Dafne me observa pidiendo una explicación con el sobre que ya está abierto y temo que sea leído por Royce.
—Pasa que Camila está...
—¡Mamá! —grito interrupiéndola.
—¿Está, qué? —pregunta él con intriga.
—No es nada, cariño. Necesito hablar con mi hija a solas.
Acaricia la mejilla de su pareja.
—No las entiendo —sonríe—, pero las dejaré hablar. Tengo cosas que hacer y vine de inmediato para acá.
—Por cierto, ¿qué haces aquí?
—Camila dejó sus lentes en el auto y vine a traérselos —me mira—. Nos vemos. Adiós.
Cuando se retira, mi labio inferior comienza a temblar y me siento intimidada bajo la mirada de mi madre.
—¿Quieres agua, té o jugo?
—Necesito una explicación lógica. No mentiras, Camila.
—No hay explicaciones, ya sabes lo que pasó.
Me cruzo de brazos
—¡Si las hay! ¡Resulta que mi hija está embarazada y me lo pensaba ocultar!
—Lo siento. Pensaba decírtelo, pero... no sabía cómo sería tu reacción.
—¿Cómo crees que sería? Me alegra que lo estés. Pero Camila ¡pudiste haberte protegido! Por Dios, eres muy joven, aún no culminas tus estudios y...
—Y puedo tomarme un tiempo con aquello para dedicarme a mi hijo.
Me siento más tranquila cuando sonríe.
—¿Qué tiempo tienes?
Se sienta en el sofá y palmea un lado para que me siente con ella.
—No sé exactamente.
—¿Cuándo lo supiste?
—El día que me dio fiebre.
—¿Quién es el padre?
Es la pregunta que más temo. Mis ojos vuelven a picar por las lágrimas y siento que explotaré en cualquier momento.
—No sé —respondo cabizbaja.
—¿Cómo que no sabes? —despeina su cabello—. ¡Por Dios, Camila! ¿Dónde estuviste con aquél hombre?
—En una fiesta. Asistí con Martha y... pasó.
—¿Qué le dirás a ese niño cuando crezca?
—Para ese entonces habré conocido a otro chico.
—Qué fácil, y echarle a otro el cargo ¿no?. No todos los hombres son como el que yo me conseguí, no muchos aceptan a una mujer con un hijo.
—Está en Londres.
Me siento pésima por mentirle. Una mentira conlleva otra y ya no quiero seguir en esto.