—Alisson me dejo al bebé mientras iba a comprar unas cosas, entonces se hizo popó, ¡y adivina qué! cuando le estaba cambiando el diaper me orinó —cuenta Mark a través del teléfono—. Él no gusta de su tío.
—No es que no guste de ti —río—, tal vez tardaste mucho cambiándolo y hasta le dio ganas de hacer más.
—De hecho sí tardé —ríe también—. ¿Y qué haces?
Me llamó hace unos minutos y me estuvo contando lo que hizo en la semana al igual que yo. Sigo hablando con él hasta que escucho la voz de Alisson y debe despedirse.
Me acomodo en el sofá con el tazón de cotufas entre mis piernas e intento concentrarme en la película pero me es imposible. Hace unos días mi madre me contó lo de la boda en civil y lo conversó con Royce, pero omitió la parte de la adopción y de que no podrá darle más hijos.
Suena el timbre y me levanto refunfuñando porque han interrumpido mi sábado de películas.
—Esteban —las piernas me tiemblan cuando lo tengo al frente—. ¿Qué haces aquí?
—Vine a disculparme por el mal rato que te hice pasar en la cafetería ese día, todo fue una broma pero no salió como esperábamos.
—¿Esperábamos? ¿De quién más hablas?
—Ya salgan chicos.
Algunos compañeros de clases se aparecen en el pasillo y quedo peor que antes. ¿Qué hacen ellos aquí? Me da vergüenza por como estoy vestida, pero eso no es lo importante ahora.
Nunca les he agradado a ellos.
—¿De qué se trata todo esto?
—Déjanos pasar.
—¡Si! me quemo con esta pizza en manos —interviene una chica.
—Verás el vídeo que te hemos hecho.
—¿Cómo puedo fiarme de ustedes? Nunca les caí bien. ¿Qué si traen una bomba en unos de esos bolsillos, o esa pizza tiene veneno?
—Ya Camila, déjanos pasar. Queremos despedirte, ya pronto te irás a Londres.
—Está bien. Espérenme aquí, voy a ponerme un pantalón al menos.
Corro a la habitación y me cambio aún desconfiando de las personas que están en mi sala. No entiendo nada y con cada cosa que hacen o dicen me confundo más.
—¡Hey! busca varios vasos para servir esto —me muestran una botella de vodka y dudo en hacerlo pero termino buscándolos.
(...)
—Veamos el vídeo.
Una chica saca el pendrive, lo conecta al televisor y después de configurar algunas cosas las imágenes aparecen. Fotos de cuando entré a la universidad y ellos me hacían la vida imposible los primeros días. También una foto donde salgo besándome con Esteban y es un momento incómodo ya que todos fijan su vista en nosotros.
Las fotos siguen, y aparecen también vídeos cuando el profesor Gustavo alías Señor Gruñón nos daba matemáticas y era una tortura.
El vídeo finaliza con fotos de la pelea de Royce y Esteban en el cafetín.
—¿Te gustó?
—Sí, aunque esto es difícil de creer. ¿Quién fue la de la idea?
—La que no vino.
—Martha —digo tras analizar los rostros de los presentes.
—¡Sí!
—Yo debo irme —dice Esteban y se pone de pie.
Lo acompaño al pasillo y espero que el ascensor llegue.
—Ahora sí me crees?
—Sí —me encojo de hombros.
—No diré nada.
Se refiere a lo de Royce.
—Gracias.
Se acerca para besar mi mejilla a modo de despedida pero el sonido del ascensor me sobresalta y nuestros labios apenas rozan. Es magnífico ya no sentir nada con tan solo un beso como lo hacía antes.
Finalmente entra a la caja metálica y espero a que esta cierre sus puertas.
Giro y llevo las manos a mi pecho cuando veo a Royce en el escalón.—Antes de que comiences a decir cosas, fue un roce nada más.
—Lo sé, lo vi todo.
—Ni sé porqué te doy explicaciones. ¿Vienes? Algunos compañeros están en el apartamento y quiero que se vayan ya.
Él entra conmigo y lo presento como lo que es: la pareja de mi madre. Algunas chicas se vuelven eufóricas pero él ni les hace caso.
Despido a todos y cuando sólo quedamos nosotros dos comienzo a ordenar el desastre que dejaron.