Capítulo 86

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Nos encontramos reunidos alrededor de la mesa después de pasar toda la tarde en la piscina. Ellos juegan cartas y yo escucho música con los audífonos.

Martha me dice algo pero no le presto atención ya que sigo en mi mundo donde soy una estrella. El sofá se ahueca a un lado y cómo no, si es la pelirroja. Acerca su cabeza a mi oreja y sonríe.

—Buena elección —sonríe y quita el lado derecho de mis audífonos.

—Sí —pauso la canción—. ¿Qué me decías?

Me acomodo para poder mirarla.

—Que dejaras de gritar la canción y que si querías entrar a la piscina ahora. ¿Qué dices? —pestañea coquetamente.

—Pero no tienes tu bikini.

—Ni que tardara años poniéndomelo. Tú sólo di que sí y me cambio.

—Te espero afuera.

—No tardo.

Se dirige a las escaleras.

—¡Gané! —grita Daniel.

—Fue trampa —agrega Royce barajándolas.

—Acepta que soy un profesional jugando UNO, además a ti te quedaba una de color azul y no anunciaste tu carta. Por lo que yo te tiré el +4 ¡Y gané!

—¿No habrá otra partida?

—Después, hombre. Déjame disfrutar mi partida —ríe—. Camila, ¿dónde está mi chica?

—Fue a cambiarse. Entraremos a la piscina.

—Bien, me iré adelantando.

(...)

Bajo con cuidado las escaleras hacia la piscina para no resbalarme y cuando toco fondo muevo mis piernas para mantenerme al flote. Martha tiene sus piernas alrededor de Daniel, y casi que lo ahoga.

Nado al otro extremo de la piscina en donde me aferro a la orilla para recuperar el aliento.

—¿Y Dafne?

—Viendo su telenovela —volteo los ojos .

Ella sonríe y nos echa agua.

—¡Veamos quién nada más rápido!

—Martha —suspira Daniel—. Están embarazadas, no pueden estar nadando de un lado a otro ¿bien? Quédate tranquila. Eres muy hiperactiva, amor.

—Lo certifico —le guiño.

Llego a la escalera, me siento jugando con los pies y viendo cómo ellos prácticamente se comen.

—¡No sean babosos! —les echo agua.

—Lo dices porque no tienes con quién, amiga —se burla Daniel y se acerca a mí.

—Puede que tengas razón pero no te la daré.

Rato después, seguimos aquí y yo aún sentada en las escaleras.

—Hablen, no soporto el silencio.

—Hola —bromea su pareja.

—¿En serio no podemos nadar ni un poco? —insiste antes de sumergirse.

—Claro que puedes, pero no estar compitiendo.

—Entonces nadaré.

—Espérame.

—Tú ve hasta allá —señala el otro extremo—. Yo tendré que nadar desde aquí —explica con entusiasmo—. Ni intentes abrir los ojos dentro, hace rato lo hice y casi quedo ciega —exagera.

—Será porque oriné —vuelve a bromear Daniel.

—¡Daniel! —nos quejamos al unísono.

—¡Uno, dos, tres! —grita Daniel ignorándonos mientras ríe.

Me sumerjo y trato de no hacer mucho esfuerzo por mi embarazo; de a momentos debo salir para llenar mis pulmones de aire pero vuelvo a lo mismo. Algo me dice que Martha hace trampa porque de pequeña era así. Es por eso que abro los ojos sólo para asegurarme de que no, y aunque arden un poco continúo nadando.

—¡No! —dicen entre risas. Salgo a la superficie cuando llego al extremo, y vuelvo a las escaleras.

Veo que alguien viene siguiéndome. Martha siempre será una infantil, no entenderá que no puede bromear como antes cuando trataba de agarrarme los pies y llevarme a la fuerza al otro extremo. Pero no es ella. Es Daniel quien intenta alcanzarme. Pataleo hasta que lo golpeo no sé dónde y salgo nuevamente.

Mi respiración está más acelerada de lo normal y ya es suficiente por el día de hoy. Miro atrás y entonces me encuentro con un Royce quejándose de su labio inferior que sangra.

¡Dios mío lo he golpeado!

—¿Arde mucho? —le pregunta Martha cuando me acerco a ellos—. ¡Se acerca el señor Hulk! —bromea—. Dios mío, casi lo dejas sin labio, si lo dejarás así que sea mejor de otra forma.

Daniel le cede el puesto a Royce quien con su camisa quita la sangre. Eso ha de haber dolido.

—Lo siento —digo tímida y mirándolo.

—Claro.

—No sabía que eras tú, en serio. Pensé que era Daniel.

—¿A mi sí querías golpearme? —añade Daniel ofendido.

—¡No! lo siento.

Mi amiga seca su cuerpo con una toalla que después se la da a Daniel y éste se queja de lo empapada que está. Ambos se dirigen al interior y me quedo aquí, observándolo.

—De verdad lo siento.

Su labio esta más rojo de lo normal.

—De acuerdo.

Recoge sus cosas y entra también.

—Deja que te cure. Aunque no es nada grave, solo fue un golpe, por Dios. Qué niña eres.

Busco en la repisa algunos algodones y alcohol.

—No me echarás eso.

—Pareces un bebé.

Él está sentado en el sofá y me arrodillo frente a él. Humedezco el algodón y cuando estoy por ponérselo, lo aleja.

—¿Eso qué es?

—Es agua —volteo los ojos.

Limpio su labio con un algodón seco antes de pasar el húmedo. Él se queja pero entiendo que duele. ¡Dios mío! sí, yo parezco Hulk.

Ese labio de seguro mañana amanecerá hinchado.

—¿Lo ves? —agarro el húmedo. He quitado la sangre pero aún así necesito pasar el alcohol.

Se queja pero soplo su labio para calmarle el ardor.

—Eso no es agua.

—No, es alcohol —aseguro riendo.

—Arde mucho —se queja tocándose el labio.

Sujeta mis manos con fuerza y suelto los algodones. Él sin decirme nada, me besa. Se queja por enésima vez hasta que nos separamos.

—Si sentiré dolor que sea de esta manera.

Double Vision (Prince Royce)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora