El chico del restaurante

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Ese mismo día me gané o mejor dicho, Martha y yo nos ganamos otro castigo más. Sus ideas ya me están fastidiando, los resultados son castigos y no recibimos alguna otra cosa que castigos.

Estoy en mi habitación terminando de ensayar un libreto que ha mandado la profesora de literatura para una obra que tenemos a final de mes, cuando escucho voces y risas en la planta de abajo, ¿mi madre ha salido, no?

Dejo todo sobre la cama marcando la hoja con un separador, me coloco los zapatos y bajo arreglándome el cabello.

Un chico habla por teléfono. Frunzo mi ceño y me acerco.

—¿Sí? —hablo terminando de bajar.

Cuando voltea, es él, el mismo chico del restaurante.

—¿Hey? —corta su llamada y guarda el móvil en la chaqueta que trae puesta—. ¿Qué haces aquí?

—Aquí vivo... ¿lógico, no? La que debería de preguntar soy yo. ¿Tú qué rayos hace aquí? ¿Vienes a cobrarme que te haya manchado tu perfecto traje con aquel vino? —tomo una respiración profunda al terminar con mi interrogatorio.

—Oh, ¡hola hija! —mi madre sale de la cocina con dos vasos en manos.

—Ella... ¿es tu hija? —él se gira para verla mejor. Ella sonríe y entrega el vaso.

—Lo es —pasa su brazo por encima de mi hombro.

—Te presento a Royce, un amigo. Y pues Royce, te presento a mi hija y mejor amiga —él tiende su mano en forma de saludo. Mi madre me golpea con su codo para que le corresponda.

—Hola y adiós —digo antes de comenzar a subir las escaleras para volver a la habitación.

—Suele ser odiosa, es cuestión de adaptarse —escucho que mi madre le dice.

—¡Te escuché! —grito antes de cerrar la puerta de mi habitación.

Double Vision (Prince Royce)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora