Omnisciente
La chica de servicio al entrar y ver a Camila en ese estado grita desesperada y busca su móvil para llamar a emergencias.
Al otro lado del pasillo, en la otra habitación ellos siguen conversando; Royce la está pasando bien con sus amigos, madre y hermana.
—¿No crees que Camila ha tardado mucho? —Shanelli se acerca a preguntarle.
—Fue a ducharse, ya pronto vendrá. Es mujer y ustedes tardan siglos arreglándose. Más ella que dice que por estar gordita nada le queda bien.
—Bueno, en mi opinión ha tardado un poco.
—Creo que ella tiene razón. Vamos a buscarla —le dice su madre.
Él se levanta ante la insistencia de sus acompañantes. Va riendo de las tonterías que se le ocurren a su hermana cuando se dirigen al pasillo de la izquierda. El murmullo de voces provenientes de una habitación le alerta y rápidamente reconoce el número de la misma que hay en la puerta. Ambos se observan y corren hacia el interior.
Al ver a su chica tirada y con sangre, las lágrimas comienzan a salir. Hay chicos paramédicos a los lados y una camilla plegable donde la trasladarán.
—¡¿Qué pasó?! —grita alterado.
—La joven —señala a la chica de servicio—. Entró a la habitación porque la chica ordenó algo, y la encontró así...
—Voy a llamar a los demás —avisa su hermana.
Él da un paso más cerca y las lágrimas siguen saliendo.
—¡Camila! ¡Camila! Mi amor... Despierta, por favor —pide estando a unos centímetros del cuerpo inmóvil de su chica—. ¡No otra vez, Dios mío! ¡No otra vez! ¿Estará bien? ¿Mi chica y mí hijo estarán bien?
—¡Señor, espacio por favor! Sus pulsaciones están bajas y tememos que haya hemorragia interna —responde un paramédico.
—¡Oh por Dios! —exclama una chica al entrar.
Royce hace el ademán de acercarse a Camila pero alguien lo agarra por el antebrazo.
—¡Está desnuda! ¡Ellos la están mirando! —gruñe—. ¡No pueden esperar más para llevarla a un centro médico!
—¡Royce, cálmate! Ellos saben cómo hacer su trabajo. ¿Si? Además no podemos moverla porque no sabemos si presenta alguna fractura o si afecta al bebé.
Asiente desesperado.
Una señora entra y ordena a los paramédicos que la trasladen. Colocan un collarín alrededor de su cuello y una mascarilla de oxígeno.
—Voy con ellos.
—Voy yo, tú estás muy alterado. Sé que es difícil pero todo estará bien —su madre intenta calmarlo.
Los paramédicos le indican dónde debe sentarse y la señora que anteriormente entró chequea las pulsaciones de Camila.
—Súbanle cuatro más —ordena.
Camila abre con dificultad los ojos ya que sus párpados se sienten pesados y siente dolor. Observa su alrededor e intenta ver quién está a su lado.
—Vamos de camino al centro médico. No hagas movimientos —es lo único que escucha antes de cerrar los ojos nuevamente.
(...)
Las chicas y Royce llegan a la sala donde su madre le ha dicho que tienen a Camila. No saben nada sobre ella y eso es lo que más les angustia. Royce no dice nada, los nervios lo están carcomiendo.