El doctor nos da la noticia y nos dice el número de habitación a donde podemos ir a verla, se disculpa y se retira dejándonos solos con toda esta situación. Royce me abraza fuertemente y en cuanto lo hace siento algo húmedo en mi hombro. Y lo entiendo, también estoy igual; él ha perdido al hijo que con tantas ansías esperaban y yo al hermano al cual le prometí a mi madre que estaría aquí para verlo nacer. No hallo las palabras para hacer que esté tranquilo.
Veo al doctor al final del pasillo conversando con alguien más, y me separo de Royce.
—Ya vuelvo —hablo en voz baja y él no responde. Camino a donde está el doctor, espero a que termine su plática con el colega para hablarle—. Doctor, ¿cómo cree que debemos actuar cuando le digamos que...?
—Una de nuestras enfermeras tuvo que darle un sedante ya que reaccionó igual a todas las madres que han pasado por lo mismo.
—¡¿Ya lo sabe?! —alzo la voz.
Imaginarme su reacción me duele más. Estaba tan contenta e ilusionada.
—Señorita, no importa quién se lo dijera, la paciente reaccionaría igual. Nos atrevimos a decírselo con ayuda de un especialista. Pueden pasar a verla pero evitar que se altere, por favor.
—Gracias, y disculpe.
Vuelvo a donde Royce y lo abrazo.
—No sé cómo le diremos que... —dice por lo bajo mientras cubre su rostro.
—Ya lo sabe. El doctor me ha dicho que un especialista le ha dado la noticia. Vamos a verla —me levanto y le tiendo la mano.
Suspira y se pone de pie.
—Vamos.
Estando frente a la puerta de la habitación, giro la manilla y me asomo.
Tiene su vista fija en cualquier punto de la habitación, lágrimas en sus mejillas y sus ojos están muy rojos.Seco las lágrimas de los míos y suspiro.
—Lo perdí —solloza—. Ya no habrá hijo ni hermano —lo está diciendo por nosotros pero sigue sin mirarmos.
Royce solloza también y sale de la habitación, pienso en imitar su acción pero lo que ella menos debe es vernos débil.
—Mamá —me tiro a abrazarla cuidadosamente y se va en llanto.
—Todos me piden que esté tranquila ¿pero cómo le piden eso a una mujer que acaba de perder a su bebé? Amaba la idea de ser madre por segunda vez. Quería sentir sus pataditas, tenerlo en mis brazos, alimentarlo, verlo crecer.
La abrazo más fuerte y hago un inmenso esfuerzo de no llorar ahora.
—Es una herida que cicatrizará con el pasar del tiempo, mami —seco sus lágrimas y ella aparta mi mano.
—¡No! —grita apartándome.
Se pone de pie y se queja del dolor.
—Te vas a lastimar mami, vuelve a acostar...
—Ya estoy lastimada, con esto es más que suficiente —su cuello está inmóvil por el corallín y hay algunos hematomas en sus brazos—. Ahora está tan plano —acaricia su vientre—. No podré darle más hijos a él ni a nadie.
—¡Si podrás!
—¡Que no! El doctor me dijo que no podré, todo se complicó en quirófano y para ellos fue más fácil dejarme inútil.
Se acerca lentamente a la ventana que aunque esté cerrada es muy baja y fácil de abrir.—Habrán más posibilidades. Lo tienes a él que es el hombre al que amas y a mí que soy tu hija —intento acercarme.
—Él no querrá estar con una mujer inservible.
—Lo buscaré y hablarás con él ¿si? Ahora vuelve a acostarte, por favor. Ya verás que sí mamá, él te ama y...
—¡No! No quiero que sepa que no podré darle más hijos, prométemelo.
—Te lo prometo —seco mis lágrimas.
—Búscalo, ve y búscalo.
La ayudo a volver a la cama y cuando lo hace sus ojos comienzan a cerrarse. El sedante comienza a hacer su trabajo.
En cuestión de minutos ya está dormida y salgo en busca de Royce.—¿Cómo está? —se levanta y se acerca
—Mal —sorbo mi nariz—. Me pidió que te llamara pero se quedó dormida. ¿Tú cómo estás? ¿No te duele? —me refiero a su brazo.
—No duele ahora, me han dado tabletas para el dolor. Y ¿cómo me siento? Mal. Enterarme de todo esto después de hacerme la idea de verme meciéndolo, cantándole una canción de cuna y todo lo que los padres hacen con sus bebés. Es mí culpa que todo esto haya pasado, por mi confusión y el tormento de que te irías con él. Por cierto ¿dónde está? ¿te dejó sola?
—No es tu culpa Royce, nadie tiene la culpa de tu confusión y lo que sientas por mí también. Y Mark, no me dejó sola, fue a dejar las maletas en casa y vuelve —doy unos pasos—. Ve con mi madre, voy al cafetín.
—Te acompaño.
—No, no vayas a sentirte culpable otra vez.
Me dirijo al cafetín con él siguiéndome; pido un capuchino y ubico una mesa. Lo escucho pedir algo también y al rato se sienta.
—Has olvidado el azúcar —me tiende dos sobres.
—Gracias.
De a sorbos me tomo el capuchino y a ratos juego con el removedor.
—Royce —pienso en decirle lo de que no podrá darle más hijo pero se lo he prometido. No podría traicionarla así. Entiendo que para toda mujer es difícil enterarse de eso y asegurase de que su pareja no lo sepa—. Olvídalo, nada.
—¿Volverás a retomar tu viaje a Londres?
—Cuando mi madre esté bien sí.
—Sé que estás aquí por ella.
—También por ti Royce, cuando me dieron la noticia todo giraba en torno a ella pero al llegar y ver cámaras afuera supe que estabas tú y...
—¿Familia Sánchez? —nos pregunta un señor. Asentimos preocupados, pero él nos hace el ademán de todo bien—. Soy el doctor Ivan Miller, psicólogo y encargado del caso de su madre. Fui yo quien le dio la noticia.
—Doctor, doctor. La paciente no está en la habitación —le informa una enfermera.