Alguien golpea mi hombro despertándome. Me gusta el agradable olor a mar, como también el peculiar sonido de las olas romper.
—Hemos llegado! ¡Despierta!
—Si Martha, ya... —le digo aún adormilada.
Arreglo mi cabello en una cola alta y bajo del auto como todos. En cuanto pongo un pie en la arena éste se entierra, por lo que quito mis sandalias y me dirijo a donde están todos.
—La casa es aquella —nos muestra Royce.
—¿Y las llaves?
Mi madre tantea los bolsillos de su pareja y da con las mismas.
—Necesito ir al baño —dice Martha dando saltos.
—Acompañemos a la señora Dafne.
Los tres comienzan a caminar dirección a la casa y me pierdo en el azulado mar.
—¿Me ayudas?
Royce me tiende una bolsa y a regañadientes la agarro. Sigue dándome más bolsas y temo no poder llevar todas, ya que pesan.
¡¿Cómo llevaré todo esto?!
—Te ayudo con esas dos.
Tenemos que caminar un poco para llegar a la casa porque él estacionó el auto lejos. Opto por ir caminando en la orilla y así no quemarme los pies. Me siento estúpida cuando ya he avanzado unos centímetros y mis piernas se enredan con el borde del vestido, y caigo.
Él ríe pero no hallo la gracia.
Escupo para quitar el desagradable sabor de mis labios y la arena.
—No necesitas ayuda?
—No, estoy bien —sonrío con falsedad.
—¿Segura?
—Muy segura —afirmo.
Llego empapada y jadeando a la entrada de la casa gracias a lo agotador que es el camino. Solo necesito entrar al mar y no salir por un largo rato.
—Tienen hambre ¿no?
—¿Quiénes?
Viro mi vista a donde él ve y río cuando veo a Martha besarse con Daniel mientras enrolla sus piernas en él.
(...)
La casa es espectacular y tengo la necesidad de felicitar a su creador.
En la entrada hay unos escalones para subir a un pequeño pasadizo que da hacia el interior; en la parte inferior está la piscina con faroles que apenas se distinguen por la claridad y a su alrededor hay mesas con sus respectivas sillas. Las paredes del frente son de concretos pero la de los costados de cristal dejándonos una hermosa vista.
—Te ayudo con eso, hija.
Alejo los pensamientos cuando mi madre habla. Ya está en traje de baño completo.
—Gracias. Muy hermosa la casa ¿no?
—Lo es, un escenario —ríe—. Voy a llenar esto de hielo para ir con los tórtolos.