Royce
—Royce ¿qué haces aquí? —froto las manos en mi rostro—, pensé que estabas comiendo.
—No puedo, no tengo hambre.
—Si que te ves afectado hombre.
—Por supuesto —me levanto del frío piso y froto mis manos— No es para menos saber que alguien a quien quieres está en peligro.
—Bueno... si —suspira—. ¿La quieres?
—Por supuesto. Es la hija de la mujer que amo.
—Sí claro.
—¿Cómo supiste que estaba aquí?
—No lo sabía, esta es la zona de los lockers y tengo las cosas de Camila guardadas aquí.
—Ok —asiento sin ganas.
—Nos hemos olvidado del señor Lewis. Lo voy a llamar.
Se dirige a los lockers que no había notado que estaban allí y busca algo en una libreta, mientras marca algo en su teléfono. La escucho hablar y después se va en llanto nuevamente. Cuando finaliza la llamada me pide volver a la sala de espera y voy con ella.
Dafne sale de ver a su hija e inmediatamente me abraza diciéndome que no soporta verla así. La entiendo, yo tampoco puedo soportarlo.
—Martha ha llamado a su padre.
—Olvidé hacerlo.
—Tranquila —la beso—. Lo importante es que ya él lo sabe y vendrá pronto.
Vamos al cafetín donde pide un agua. Nos quedamos un rato sentados sin decirnos nada. Dafne sigue igual, el hecho de ver a Camila no parece tranquilizarla.
Una ambulancia estaciona en la entrada del hospital y bajan con rapidez a un herido, al ver eso me pide volver y eso hacemos.
—Entra tú —me dice Martha.
Se deshace de su tapaboca y relame sus labios.
—Ya vuelvo.
La enfermera me dice donde conseguir lo necesario para entrar y lo uso. Espero un poco frente a la puerta esperando llenarme de valor para entrar y verla en ese estado nuevamente. No sé porqué todo esto me afecta más de lo normal.
La presencia de esa enfermera me obliga a entrar, y cuando lo hago doy la vuelta por la impresión que me da verla así nuevamente.
—Hola —susurro. Acerco una silla a la camilla y la ocupo—. No sé qué decir.
—Señor, señor —la misma enfermera entra—, debe salir. Los doctores ya vienen para hacerle el chequeo y nuevos análisis.
—Pero acabo de entrar.
—Lo siento —se encoge de hombros.
Los doctores entran y la chica recibe varios regaños de su parte porque me han encontrado aquí. Salgo y me deshago de todo esto. Dafne me está esperando afuera y al recibirme me llena de preguntas, las cuales les respondo.
(...)
Tres semanas, ya han pasado tres semanas y los doctores siguen dándonos el mismo diagnóstico. En estas tres semanas nos hemos mantenidos esperanzados en que todo saldrá bien. El padre de Camila vino de New York y ahora se encuentra en el hospital al pendiente de cualquier noticia que dé el doctor mientras que Dafne está conmigo en casa.
Entro a la habitación con lo que he ordenado para cenar, ella se encuentra sentada mientras hidrata su piel con alguna crema.
—Aquí la comida —dejo la bandeja sobre el tocador y me siento a su lado.
—Gracias amor, pero no tengo apetito.
—Amor... debes comer.
—No —sigue echándose aquella crema.
—Entonces haré como haría con una niña —corto un trozo de queso—. Abre la boca.
Ríe.
—Está bien, comeré.
Comemos en la habitación. Cuando termina entra al baño, cepilla sus dientes mientras yo salgo a dejar la bandeja en la cocina y para cuando subo ella ya está acotada con una foto de Camila en manos.
—Tres semanas... tres semanas Royce, y aún no despierta.
—Si yo pudiera ser quien está en ese hospital sin duda...
—No digas eso —interrumpe y acaricia mis mejillas.
—Tendrías a tu hija ahora.
—Me sentiría igual. Ustedes dos son lo más importante para mí —se acerca y me abraza—. Si ella se va yo lo haré después.
—No Dafne, ella no se irá.
La abrazo y nos quedamos así hasta que ella se duerme primero.
En la mañana mientras dormimos el teléfono local suena; Dafne se remueve pero sigue dormida y soy yo quien se levanta para evitar que despierte ahora.
—¿Bueno?
—Los doctores acaban de darnos noticias. Camila está mejor y aunque no ha despertado aseguran que lo hará pronto.
—¡Es una gran noticia!
—Si, claro. No tarden en venir, el señor Lewis dice que es bueno que despierte y que ustedes estén aquí.
—Ya mismo despierto a Dafne.
Cuando llegamos al hospital Martha y su padre están más tranquilos, Dafne ni decir; ya está ansiosa por verla despierta.
—Sabíamos que mi amiga mejoría y saldría de esto.
—Mi hija es muy fuerte.
—Tú también lo eres —agrega el señor Lewis.
—Anoche vinieron algunos fiscales. Dicen que el conductor no pagará multa porque las cámaras de los semáforos grabaron cuando ella cruzó estando en verde —nos explica Martha.
Estamos conversando cuando el doctor se nos acerca para decirnos que ya se encuentra en observación y que podemos pasar uno a uno para verla. El primero es su padre, después sigue Dafne y cuando pienso que Martha será la próxima me cede su turno.
Ya en la habitación, acerco una silla y me siento. Aclaro mi garganta y acaricio su mano con mucho cuidado.
—Camila —susurro—, debes despertar ya. Basta de creerte la bella durmiente ¿si? Por favor —río—. Todos han estado muy preocupado, y me incluyo. El que volvió fue tu novieceito, o tu ex... tampoco entiendo lo que me dijo tu amiga ¿cómo podría yo importarte si con tus acciones me dices que me detestas?