Capítulo 113

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Semanas después...

Desde que Martha salió de la clínica prácticamente vivo con ella. Voy por la mañana y no regreso hasta que oscurece. Antes de venir al aeropuerto me he despedido de ella pidiéndole que me envíe fotos de Mauricio, a lo que me dice que tratará porque cuidar a un bebé con pocas semanas es difícil, y más aún si se tiene un trabajo desde casa.

Ahora junto a Royce y su equipo me encuentro en el aeropuerto para irnos a New York; ya pasado mañana es su cumpleaños y pienso en qué comprarle.

El megáfono anuncia a todos los pasajeros con destino a la Gran Manzana y que hagamos la fila para abordar en la puerta diez. Algunas chicas del equipo están conmigo conversando mientras que los chicos la hacen, según ellos no me dejarán estar parada por más de quince minutos. Las chicas son agradable, y por lo que me ha comentado Royce ninguno lo ha tomado tan mal eso de que estemos juntos. Es algo privado y a él le gusta que respeten esa pequeña parte de su vida.

El avión aborda media hora después, y el de los chicos saldrá más tarde por una pequeña diferencia que hubo al tener que comprar los pasajes.

Las alturas no son de mi agrado, no lo ha sido y jamás lo será. Entrelazo mi mano con la suya y después de conversar un rato me quedo dormida.

(...)

Royce es bastante sobreprotector en este penúltimo mes de embarazo, casi que ni me deja llevar la cartera. Para él lo que cualquier chica guarda en las maletas es algo semejante a rocas porque pesan mucho, y es cierto. ¡Vamos a estar una semana aquí! ¿Cómo pretende que venga con una camisa y un pantalón?

Son las ocho de la noche y no nos dará tiempo de visitar a su madre hoy, por lo que quizás mañana debamos hacerlo. Luego de darnos una larga y relajante ducha en el jacuzzi que ofrece el hotel, ordenamos ensalada de frutas con crema para comer y lo bueno es que te la dejan para que le eches a tu gusto. ¡Es una delicia! De pequeña amaba comer aquella blanca o rosada crema sola, pero luego el dolor de estómago era bastante fuerte... y pasaba horas, y horas yendo al baño.

—¿Me dejas pintarte algo? —él pregunta de repente mientras que yo lamo mis dedos que tienen rastros de crema.

—¿Pintarme qué? —agarro el cubierto acercando una fresa a mi boca.

—¿Te dejas?

Volteo los ojos.

—Claro ¿pero con qué?

—Con esto —muestra el frasco de crema.

—¡No la vas a desperdiciar! —lo quito de sus manos—. Es demasiado delicioso como para estrenarte de pintor con él.

—Ordenaremos dos más si quieres.

—¿Entonces qué pintarás y dónde?

—Acuéstate y cierra los ojos.

Eso hago. Apoyo mi cabeza en la almohada y cierro los ojos tratando de no dormir mientras espero. Siento cosquillas cuando la crema cae sobre la barriga y me río. ¿Qué estará dibujando?

Termina por desatar completamente el nudo de la bata de baño que uso después de darme la ducha.

—¿Seguro que las hormigas no vendrán por mí luego? —abro los ojos pero ha sido bastante listo al colocar una almohada de por medio para que no pueda ver.

—No.

—¡Vamos Royce! ¡Apúrate! Eso hace cosquillas.

—Creo que ya.

Quita aquella almohada y me ayuda a ponerme de pie para guiarme al espejo de pared que se encuentra en la puerta del baño.

—¿Y, qué tal?

—¡Me gusta! —chillo y beso sus labios.

Ha hecho una barra de carga por 80% y un "Loading" a un lado; no es nada creativo pero aún así me ha gustado su idea, y también unos piecitos de bebé más arriba. Le toma una una fotografía que luego subiré.

Agradezco que tengo ropa interior puesta porque me daría vergüenza no tener y caminar en esta gran habitación así. Quito la bata de baño para darme otra ducha y quitar el dulce de mi vientre.

Cuando voy entrar al baño él agarra mi mano.

—¿Qué harás?

—Voy a ducharme o preferiría pasar toallas húmedas. No quiero que las hormigas vengan por mí —bromeo.

—¡Nada de eso! ¡Acuéstate!

Por suerte no me pide que cierre los ojos como minutos atrás. Siento su índice recorrer alguna letra del "arte" que ha hecho y ante su tacto me estremezco. Lleva su índice a mis labios y le miro con el ceño fruncido, para después captar lo que quiere y lamo su dedo.

Imita la acción con su índice llevándolo a sus labios y sonrío. Se levanta dirigiéndose al peinador en donde yo he dejado un paquete de toallas húmedas.

Cuando pienso que sacará y terminará de limpiar eso no lo hace, sino que acerca sus labios y comienza a recorrer con su lengua donde anteriormente ha escrito con crema. Es imposible no arquearme cuando esa acción sólo me hace desear más.

Saca una toalla húmeda y la pasa por el abultado vientre, aunque aún se sigue sintiendo pegajoso.

—Creo que debes entrenarte como pintor.

—Y tú como modelo.

Bostezo y me apego más a él, con la sábana nos arropo a ambos y apoyo mi cabeza en su antebrazo.

—Te amo —dice minutos después.

—También te amo —respondo soñolienta.

Deja un beso en mi frente y nos acomodamos dispuestos a dormir.

Double Vision (Prince Royce)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora