—Yo... Iré a ver si el gallo puso —dice Martha cuando se pone de pie—. Te espero en la habitación si no me duermo en el intento.
Le hago señas de que no me deje a solas con él pero me ignora y se va.
—¿Por qué te irás?
—Porque creo que es lo mejor, además estaré con Mark —sonrío—. ¿Algún problema?
—Es estúpido que quieras irte con alguien que no amas.
—Sí lo sé, pero al menos no es igual de imbécil como el hombre al que sí amo.
—¿Te refieres a mí?
—No, al burro que está afuera —respondo sarcástica—. Obviamente que a ti. Mark no anda por allí envolviéndose con la hija de la mujer que dice amar, para después embarazar a la madre.
—Camila... —le interrumpo.
—¡Camila! ¡Camila! Siento que me desgastarás el nombre —alzo la voz.
Me cruzo de brazos y volteo los ojos.
—¿Es lo único que sabes decir? Sí te amo, estúpidamente lo hago pero ¿sabes qué? No me quedaré esperando a que decidas qué hacer con tu vida.
No responde. Tomo eso como un "tienes razón" y me dirijo al cuarto de huésped.
—No puedes irte. No con él.
—¿Qué sugieres? ¿Debo esperar a que planees un viaje con mi madre e irme con ustedes? Lo siento, pero no —recojo los regalos e intento salir.
—No sugiero eso. Quiero seguir viéndote y que me insultes. Que me sonrías e intentes evadirme. ¡Eso quiero!
—Yo también quiero muchas cosas. Pero querer no significa poder ni tener.
Salgo de la habitación y corro a donde está Martha. Cuando llego, no puedo seguir haciéndome la fuerte y rompo en llanto. Mi amiga me llena de preguntas a las que prefiero no responder.
(...)
Una semana después
—¡Llegamos! —grita mi madre una vez que entramos—. ¿Royce?
—No creo que esté —opino y comienzo a ayudarla con las bolsas.
—Estoy agotada.
—Entiendo ¿dónde estabas? Por suerte te encontré llegando, sino me habría devuelto —río.
—Estaba en el súper y comprando algunas cosas, ya sabes... —saca varias cosas y las deja a un lado—. Mira, son ropas maternas.
—Están bonitas. ¿Y ese vino?
—Ah, es para la cena de esta noche.
—¿Cena? ¿Hoy?
—Sí. Pensaba decírtelo ya.
—¿Vendrá la madre y hermana de Royce?
—Sí claro —sonríe—. ¿Podrías ayudarme con la cena?
La ayudo con la cena y duramos más de tres horas en la cocina. Cuando terminamos, soy yo la que limpia todo y mi madre se encarga de meter el pollo al horno.
Cuando el reloj apunta las seis y media recibe una llamada y es la señora Ángela.
—Llegan como a las siete. Voy a arreglarme.
Llamo a Martha para invitarla y cuando llega subimos a la habitación y me arreglo también.
—¿Ahora por qué la cena?
—No lo sé —me encojo de hombros
—¿Y sin son gemelos?
—Estás loca. No creo que sea por eso.
—Bueno —bufa— ¿por qué no le dices a Mark que venga?
—Está cuidando a su sobrino.
El timbre suena y mi madre abre.
Escucho voces abajo y reconozco la de su hermana.—Bajemos —me miro en el espejo y retoco mi labial.
—Préstame ese labial —lo quita de mis manos.
—¡Hey! ¡Lo estoy usando!
Cuando ella decide bajar, lo hacemos. Saludamos a ambas y nos sentamos. Royce llega después y ocupamos la mesa. Sirven el vino y no dudo en agarrarlo. Su madre y hermana caen tan bien que me hace pensar cómo caerá la madre de Mark. ¿Si es odiosa? ¿Si le caigo mal y no me quiere en su casa?
—Camila —la voz de mi madre me aleja de esos pensamientos y sonrío—. Royce está hablando.
—Disculpen, estaba algo distraída.
Martha me mira con los ojos bien abiertos e intenta hacerme entender algo, pero no sé. No presté atención y no entiendo qué quiere decirme.
—Dafne y yo tenemos ya tiempo juntos, estamos esperando un hijo —mi madre le sonríe—. Hace días le propuse algo y ella aceptó.
—¡Si! —dice mi madre contenta—. Lo tenía reservado pero ya no más. Royce me pidió que nos casáramos y...
—Aceptó. Dafne y yo nos casaremos.