—¡¿Estoy soñando?! —escucho el chillido de Martha y volteo para encontrármela sonriendo.
Observo su vientre más abultado que el mío y sonrío también.
—¡¿Qué haces aquí?! Creí que seguían en Londres. ¡Eres una mala amiga!
—¡Martha! —la abrazo con nuestras panzas de por medio—. ¿Cómo estás? ¿Qué haces aquí?
—Tu madre me dio la copia de llaves que le dejaste para que viniera a echarle un ojo al apartamento. Llevo haciendo esto durante un par de semanas. ¡¿Por qué no me dijiste que vendrías?
—¿Podemos subir al apartamento?
•Siempre y cuando me des una explicación.
Marcamos el ascensor y de éste se bajan un par de señores mayores que llevan a su mascota con una correa. Mi amiga marca el piso y en segundos ya estamos saliendo del cajón metálico.
Lo primero que hace al abrir y entrar es dirigirse a las ventanas y abrirlas.
—Claridad —dice sentándose en el sofá, palmeando un lado para que imite su acción—. Ahora bien, ¿me contarás?
Evito mirarla directamente a los ojos.
—¿Estás aquí por eso, verdad?
—Sí. ¡Debo decirle todo a él! Mi madre no puede seguir viéndole la cara de idiota.
—Te recuerdo que él le ha hecho lo mismo.
—Lo sé, no lo recuerdes. Pero, ¡no están casados!
– Lo están, que no hayan firmado ese papel ante Dios es diferente —corrige.
—Como sea, odio eso. La infidelidad fue el primer motivo por el cual mis padres se separaron y es espantoso. Lo amo a él, y aunque ella sea mi madre le está viendo la cara...
—Me encantaría apoyarte en eso de en cuanto a decirle a él. Pero ¿qué tal si no te cree? ¿Si aún así te rechaza y se va con ella por no hacerle daño? ¿Soportarías aquello? lo siento si te digo esto, pero no quiero ser un pañuelo de lágrimas.
—¡Ya está! ¿Entonces crees que lo mejor es no decirle? —siento mi vista nublarse.—. ¿Dejar que se casen? ¿Tener a mi bebé sola? ¿Eso sería mejor?
Ella se acerca y me abraza.
—Eso, exactamente eso.
—Es muy fuerte.
—Tú lo eres —sonríe—. Hazme caso y no le digas nada. Si él te ama como dice hacerlo dejará a tu madre y vendrá por ti.
Cubro mi rostro con las manos.
—¿Sabes qué odio de ti? Que tienes ese poder de convencimiento, pero de una vez te digo que para ese día vendrás aquí a hacerme compañía y evitar un suicido ¿bien?
—¡Ni digas eso! Me haces recordar a aquel día en... —ladea su cabeza y suspira—. Olvidémoslo. Mejor cuéntame, ¿Cómo está Mark? ¿Cómo sigue?
—Está regular. Hace poco tuvimos una indiferencia.
—¿Por qué?
—La curiosidad mató al gato —respondo en un cantito mientras seco mis lágrimas.
—Pero murió sabiendo.
—No es necesario. Fue una pequeña discusión. Pero está bien. Alisson volvió con su ex novio y ahora él le comprará el apartamento a mi padre. ¿Y Daniel cómo está?
Voltea los ojos.
—Finjo estar enojada con él. ¡Hace poco tuvimos una discusión! ¿Puedes creer que lo encontré hablando con aquella chica de la universidad? La que tiene el cabello rosado, y parece la pantera rosa. Pues, él estaba esperándome mientras yo cancelaba algo que había comprado... ¡Al salir los vi! ¡Ella hablaba muy animadamente con él! La detesto, por perra.
—Quién diría que estarías celosa. Lo amas.
—Sí. ¡Lo amo, y mucho! —chilla echándose hacia atrás. Toca mi vientre sonriendo, y me mira—. ¿Qué sexo es?
—Aún no se deja ver, pero el doctor de allá me aseguró que sería varón. ¿Y el tuyo?
—¡Será varón! ¡Ya el doctor me lo confirmó!
Se pone de pie dando vueltas simulando una pasarela y río. Extrañaba demasiado su locura.
—¿A dónde vas? —pregunto al verla agarrar su cartera.
—Vamos —corrige—. Iremos a comer por ahí, ¿recuerdas? Como en los viejos tiempos. Además debemos tomarnos fotografías nuevas, aquellas apestan. ¡Mueve el trasero que tengo hambre!
Salimos de edificio y discutimos por ver qué comeremos pero terminamos en una heladería. Estoy sentada esperando a que ella pida y minutos después vuelve con dos barquillas derramándose.
—¿Prefieres fresa o vainilla?
—Fresa —me entrega la de fresa con sirope y no tardo en devorarla.
Sabe deliciosa y muero por pedir tres más. Comemos mientras conversamos poniéndonos al día y al terminar, abandonamos el local.
—¿Ahora qué haremos?
—No sé.
—Sentémonos allá —señala el típico parque—. ¿Cómo harás con las cosas que él te mando a Londres?
—Tampoco es como si me fuese a quedar aquí. Volveré allá, se lo prometí a Mark.
—¿No estarás para el nacimiento de mi hijo?
—Yo también estaré a punto de dar a luz. De seguro estaré súper gorda, con ojeras e hinchada.
Hace una mueca de desagrado.
—Entonces mejor no vengas —añade divertida.
Quiero verlo ya. Abrazarlo, contarle todo, que deje a mi madre y estemos juntos pero lo que pienso es pura fantasía y debo ubicarme en la realidad.
Martha me aconseja que lo mejor es no ir a verlo para que piense que aún sigo allá y no por él, sino por mí. Mi amiga me conoce tan bien que sabe que si lo hago terminaré en un mar de lágrimas y arrepintiéndome por no haberle dicho, y seguramente... sólo quizás, reclamándole a mi amiga por haberme hecho cambiar de opinión.
—¿En qué piensas?
—En que debo ir al súper mercado por comida.
—¿Te acompaño?
—No es necesario.
—Oh bien. Se me hace que me has cambiado por Alisson —enfatiza el nombre.
—No te cambiaría por ella. Sí, es amiga igual pero tú y yo lo somos desde el vientre de nuestras madres ¿recuerdas?
—Lo sé. Aquí tengo la invitación de tu madre, ¿quieres verla? —pregunta entusiasta y está por buscarla pero la miro mal—. Lo siento... soy una...
—No lo eres. Es que prefiero no ver su nombre y el de él juntos.
Nos quedamos sentadas otro rato viendo a la pareja de ancianos que están a pocos centímetros de nosotras.
Son tan tiernos; comparten un algodón de azúcar mientras que su bastón descansa al otro lado.Nos despedimos a las cuatro porque debe ir a cenar con los padres de Daniel, y aprovecho de comprar en el súper mercado.
Cuando llego al apartamento dejo las compras donde van y me tiro al sofá para sacar ma portátil y me conecto en la página que últimamente frecuento, y lo veo conectado.
—Si él sabe que estas aquí vendrá por ti. Lo mejor es que no sepa... hasta después de dos días —digo para mí misma recordando las palabras de mi amiga e inmediatamente me desconecto.