Capítulo 85

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Estoy con Martha en la cocina preparando unos panqueques; ella se encarga de untar los ingredientes y yo de pasárselos.

—Huevos  —se los extiendo y una vez que los agarra rompe la cascara y los vierte en un tazón.

—¡Pásame la leche! —ordena mientras mueve sus caderas.

—Deja de bailar que saldrán mal —me quejo para molestarla.

—¡Oh, vamos! No seas aburrida y pon algo de música.

—Lo que deberíamos es terminar de preparar esto ya. Tengo muchísima hambre.

Saco la leche del refrigerador y se la doy. Después de pasarle todos los ingredientes que tenemos a nuestro alcance, da como resultado una mezcla homogénea.

—Enciende la estufa —ordena una vez más.

Hago lo que me pide y coloco la mezcla en el sartén. Se sienta en uno de los taburetes y sonríe orgullosa cuando el primer panqueque sale y realmente se ve apetitoso. Una canción de Rihanna comienza a sonar en la cocina y es su móvil.

—Vigila los panqueques, mi madre me está llamando.

Corre para conversar en la sala. Minutos después ya he sacado varios panqueques y mi amiga aún no vuelve.

—¡Martha muévete! Me han dado ganas de orinar —chillo moviendo la pierna para controlar mis inmensas ganas.

—Lo sé mamá. Y sí, la he pasado muy bien —continúa hablando.

Camino hasta el baño a la vez que bajo el short de mi pijama y siento un alivio enorme cuando me siento sobre el toilette.

—¡Camila Lewis! —grita Martha desde la cocina.

—Oh... oh... —susurro. Salgo del baño y me dirijo a donde ella está—. ¿Qué ocurre?

—¡Se ha quemado porque no le echaste aceite al sartén!

Tira el panqueque sobre un plato y efectivamente luce espantoso.

—Veremos a quién le daremos o te lo comerás tú —gruñe echándole aceite al sartén.

—Ya sé a quién podríamos dárselo.

Sonrío con picardía.

(...)

Ya todos han despertado y están impacientes por desayunar los panqueques que con ayuda de mi madre hemos terminado de hacer. Los deliciosos y llamativos panqueques se encuentran uno sobre otro en un plato.

—Coloca esto en la mesa —mi mamá me entrega la miel maple, una mermelada y un tazón con fresas bien picadas.

Llamo a los otros tres quienes están sentados en el sofá del balcón y se acercan a la mesa. Martha y yo nos apresuramos en agarrar los primeros panqueques para que no nos toque el quemado; ya que al colocar la parte no agradable al revés nadie lo notaría.
Relleno el primero que comeré y lo enrollo para luego dar el primer mordisco.

Daniel muestra el pulgar confirmándonos que han quedado bien y mi madre imita su acción. Veo a Martha con una mirada cómplice y porque la conozco sé que está aguantando la risa. Muerdo mi labio inferior para no empezar a reír, y entonces, Royce acerca el panqueque lentamente a su boca.

—¿Está sabroso? —le pregunta Martha.

Él saborea el mismo.

—Riquísimo.

Miro a los tres comer con calma y no paran de decir cosas sobre que han quedado muy bien. Muerdo el próximo que comeré y saboreo, hasta que me dan náuseas. 

—!Mierda! ¡Eso sabe espantoso! ¡Un sabor horrible! —exclamo y bebo del jugo después.

Mi mamá da pequeños golpes en mi espalda para que deje de toser pero el sabor a panqueque quemado es lo más desagradable que pude haber probado. Soy la más torpe e idiota. Es de lógica  que cuando volteamos todos, el quemado, que estaba de último quedó de primero y ese lo he agarrado yo.

Double Vision (Prince Royce)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora