Capítulo 6: Chivo expiatorio (Parte 2)

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Harry amaneció con la luz del sol entrando por su ventana y dando calidez a su frío cuerpo putrefacto. Se sentía algo agotado por mantener el sudario y el hechizo de oscuridad en su cara, pero soportable. Tengo que buscar rápidamente una solución a esto, pensó mientras se levantaba de la cama.

Se sacó la ropa, vistiéndose la túnica encantada de azul oscuro. Como si el destino le hubiese escuchado, el artefacto poseía un encantamiento de sudario más poderoso que el suyo, por lo que pudo deshacer el hechizo con alivio. Por desgracia, no tenía un encantamiento para ocultar su cara.

Agarró el báculo robado, el cual estaba inclinado y sosteniéndose a la pared, al lado de la cama. Se veía como un bastón de madera algo grueso, con el extremo superior siendo tallado como la boca de un león, la cual tenía un cristal multicolor esférico. Por la superficie del artefacto se podía apreciar ligeras líneas, las cuales, en realidad, eran vías para que el maná se distribuyera equitativamente y sin salirse de control. Las runas no podían verse debido a un encantamiento, evitando que el conjuro/hechizo que realice el mago no sea identificado como uno en específico.

Harry agarró el bolso de la difunta Anhea, saliendo de la habitación. Bajó hasta el primer piso de la posada, donde estaba el comedor. Al hacerlo, se dio cuenta del alboroto que había en las calles y de las múltiples charlas entre la gente del edificio.

—¿Quién habrá sido?

—Ni idea. O sea, ¿por qué alguien de la ciudad la mataría?

—Támiti es amada por todos, así que de seguro fue alguien de afuera.

—¿No pudo haber sido un mago fugitivo? Támiti era una maga también, por lo que debió inmovilizarla para no ser atacado.

—No, idiota. ¿No escuchaste lo que dijeron los caballeros? Debió ser un espadachín, ya que le atravesaron el cuello con lo que parece ser una espada.

—¿Y quién sabe? Pudo haber sido un mago guerrero.

—Es una posibilidad, pero los magos guerreros son algo que no se ven todos los días. Si hubiera uno en la ciudad, lo sabríamos.

—Debió ser el intruso de anteayer. Quizás era un mago guerrero fugitivo que desconocemos.

Harry escuchó las conversaciones con total tranquilidad mientras se dirigía a la entrada. Se aseguró de anotar mentalmente que era mejor no matar a más waarganianos, pues no quería que el señor feudal cerrase por completo la ciudad por un asesino suelto.

Mm, ya debería ir planeando cómo contactarme con él, pensó. ¿Debería preguntar dónde está el comandante de los caballeros? Podría pedirle que me deje hablar con el señor feudal.

Mientras pensaba en ello, no se dio cuenta de que otra persona también entraba a la posada. Antes de siquiera enterarse del asunto, su cabeza chocó con la del hombre que acababa de entrar.

—¡¿Eh?! —exclamó el joven de 27 años al caer, tocándose el lugar de choque con una expresión de confusión. Tenía 1,79 metros de altura, cabello rubio con mechones blancos y sucio, ojos negros con ligeras ojeras y un cuerpo atlético. Vestía una armadura ligera, una espada envainada colgando de su cintura.

 Vestía una armadura ligera, una espada envainada colgando de su cintura

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