Capítulo 5: Chivo expiatorio (Parte 1)

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—Buenos días, señor —saludó la gerente, de nombre Támiti, con una sonrisa amigable, aunque falsa—. ¿Qué desea?

—¿Tiene libros de magia de todos los niveles? Para ser específicos, que contenga todos los conjuros y hechizos —preguntó Harry, tratando de controlar su voz para que sonase lo más humana posible. Aunque muy bien no le salió, ya que seguía escuchándose como las palabras de un demonio bíblico—. También quisiera otro donde explique todos los fundamentos y ramas de cada elemento, además de un libro de monstruología.

—Sí, enseguida se los traigo —respondió Támiti, manteniendo su sonrisa. Sin embargo, en su mente, estaba algo aterrada.

Vamos, contrólate, pensó mientras se iba a buscar los libros. Puede ser que haya perdido la voz y esté usando un artefacto. Ah, mierda, ¿no pudo conseguir algo más disimulado? Se me pone los pelos de punta de sólo escucharlo.

Támiti volvió poco después con tres libros, dos con el grosor de dos brazos adultos.

—Hay un montón de magias con derechos de autor, ya que pertenecen a personas o instituciones, por lo que falta mucha información —explicó Támiti mientras dejaba los objetos sobre el mostrador—. Es un total de 12 monedas de plata; el libro de la lista de magias cuesta tres monedas, el de los fundamentos cuatro y el de monstruología cinco.

En el Imperio draghniano, el sistema monetario se divide en: monedas de cobre (las de menor valor), plata y oro. Cien de cobre equivale a una de plata y cien de plata equivale a uno de oro. Es algo muy arraigado en su cultura y bastante desactualizado.

Mm, pensó Harry. El bolso no tiene tanto espacio y sólo tengo dos monedas de plata y unas cuantas de cobre. Maldita sea, ¿por qué tenían que ser tan pobres esos tipos?

Se quedó pensativo unos segundos, tratando de encontrar una solución a su problema. Entonces, una idea llegó a su mente.

Miró el rostro de Támiti, el cual estaba algo ansioso y, en cuanto sus ojos se encontraron, tenso. La gerente no podía ver bien la cara de Harry, pero tenía un mal presentimiento y su piel se erizó.

—¿Va a quererlos o no? —preguntó, queriendo acelerar el proceso y que el perturbador cliente se fuera.

—Sí, pero primero, ¿tiene servilletas o algún papel?

—¿Eh? Ah, sí —Támiti fue tomada por sorpresa con esa pregunta. Sacó un rollo de papel de de detrás del mostrador, poniéndolo al lado de los libros—. Tome, use unos cuantos, aunque...

La gerente estaba por decirle que no le quedaban muchas servilletas, por lo que tenía que usar unos pocos. Sin embargo, el punzante y abrumador dolor que azotó su garganta le impidió continuar. Se estaba ahogando con su propia sangre, la cual caía por la hoja de una espada larga. La misma que sostenía Harry, quien la sacó del cuello de Támiti para decapitarla.

El espeso líquido rojo manchó la pared de atrás, los libros y un poco de las servilletas. El cadáver de la gerente cayó con un golpe seco, pero la matriz de sellado auditivo del local impidió que cualquiera del exterior lo escuchase.

Harry fue cuidadoso a la hora de limpiar los libros y su espada, la cual envainó. No tuvo reparos al robar dos anillos dimensionales (anillos con encantamientos dimensionales que guardan una cantidad limitada de objetos no-vivos), un báculo común, una túnica encantada de color azul oscuro y todo el dinero. Se iba a ir, pero decidió robar dos o tres artículos más de cada uno y más, para que la gente no sospechase (o al menos no tanto) de él cuando llevase lo mismo que le habían robado a la difunta Támiti.

Habiendo guardado las cosas en los anillos dimensionales, se marchó hacia otra tienda. El lugar tenía unos cuantos clientes, por lo que decidió no arriesgarse y pagar por el libro de historia. Aunque no representó un gasto excesivo, ya que sólo le cobraron una moneda de plata. Era barato, teniendo en cuenta que tenía el grosor de dos brazos robustos y tenía información sobre los acontecimientos más importantes de Ípheros.

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