Capítulo 112: Una decisión

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Cuando Jonathan regresó, Morrigan se quedó unos momentos para charlar sobre el asunto de Sarah, quien acudió a la conversación. El ráksasa casi llora de alegría, pero no hubo mucho más dramatismo hasta que la Hija de la Oscuridad se marchó.

—E-Esto... no sé c-cómo expresar lo feliz que estoy —dijo Jonathan, agarrando con gentileza las manos de Sarah—. Finalmente, después de tanto...

Sin embargo, fue interrumpido por un cariñoso abrazo.

—Gracias —dijo Sarah con una sonrisa—. Si no fuera por ti, las palabras de Saya... digo, Morrigan no hubieran servido mucho. Aunque nunca lo dije en voz alta, aprecio mucho lo que has hecho por mí todo este tiempo.

—Je, será difícil acostumbrarse a su nuevo nombre, ¿no? —comentó Jonathan con una sonrisa que mezclaba la ironía y un profundo cariño—. Pero, sobre mi participación en todo esto... Perdón por no ser de mucha ayuda, estaba...

Y, sin embargo, una vez más fue sorprendido. Esta vez con un beso en la mejilla.

—No digas más, tonto —dijo Sarah, su sonrisa delatando sus verdaderos sentimientos al respecto—. Nadie te culpa y eso está bien, así que deja de decir cosas tan dolorosas. No es lindo que el hombre que amo se desprecie por algo con lo que no puede lidiar, ¿sabes? Como dijo Morrigan: «todos tienen un límite».

—U-Uh, ¿cómo sabes eso? —Más que sorprendido, se sentía nervioso. Las palabras de la joven demonio habían servido como el segundo balde de agua fría cayendo sobre su cabeza en un solo día, demostrándole varias cosas.

—Pasamos un tiempo charlando antes de que llegaras —explicó Sarah, separándose de Jonathan y yendo a la cocina—. Ahora, ¿qué tal si comemos algo ligero? Tanto llorar me dio hambre.

—Esto se siente... raro, cuanto menos —carcajeó ligeramente Jonathan, acompañando a su amada—. ¿Cómo es que te comportas tan... desinteresada? Pareciera que volviste a ser tú misma de la nada.

—Aunque no lo parezca, las pocas horas entre la ayuda de Morrigan y tu regreso sirvieron de mucho —dijo Sarah, agachándose para abrir un mueble—. Además, los demonios somos más sentimentales y nos recuperamos de emociones fuertes más rápidamente que los humanos... Bueno, ahora ya no eres uno, pero se entiende.

—¿Eh? ¿En serio? —exclamó Jonathan con las cejas en alto, sorprendido.

—A pesar de que parece que tampoco lo notaste —dijo Sarah con una sonrisa medio traviesa y medio avergonzada—, también somos más hormonales durante la adolescencia. ¿Nunca te paraste a pensar por qué lo hicimos apenas llegamos a mi casa, a pesar de que no habíamos pasado demasiado tiempo?

Jonathan quedó en blanco, sintiendo que el rubor manchaba sus mejillas por la vergüenza. ¿Soy tan ciego o mi libido me estuvo jodiendo tanto?

—Tonto lujurioso... —murmuró Sarah antes de quedar paralizada por sus propias palabras.

Por un momento, sintió ganas de vomitar. Recuerdos atroces de aquellos días donde fue torturada regresaron, aunque no con tanta fuerza como antes. Y, sin embargo, fue como una daga hundiéndose en su pecho.

—¿Uh? ¿S-Sarah? —Jonathan se dio cuenta de inmediato, agachándose para tocar con gentileza su hombro.

—E-Eso me lleva al siguiente punto —dijo la joven demonio, apartando con delicadeza su mano mientras se levantaba.

—¿A qué te refieres? —preguntó Jonathan, poniéndose serio.

—Sabes bien cómo me incomoda siquiera estar rodeada de personas —explicó Sarah, algo vacilante—, al igual que me estremezco hasta con tu tacto. Ahora eso parece haber cambiado, pero me siento... mal.

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