Capítulo 46: Preparativos (Parte 2)

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¿Quién es ahora?, Lhepas se detuvo a pensar. Ozrad no golpea la puerta, Beltran siempre está ocupado con sus experimentos y deberes como protector de la aldea, y Jack y Qanía están trabajando. ¿Quién más podría ser...? ¿Ella? No, imposible. Debió olvidarse de mi existencia de lo enamorada que está de ese sucio humano.

Lhepas exprimió su cerebro en busca de una respuesta por unos segundos, resignándose a verlo con sus propios ojos. Así que bajó las escaleras hasta el primer piso, pasando por la sala de estar para llegar a la entrada de la casa.

Abrió la puerta de madera negra, encontrándose con una escena que le provocó una mueca.

—Hola, Lhepas. —Sarah lo saludó ligeramente con la mano.

A su lado estaba Jonathan, quien se veía poco contento. Sin embargo, estaba firme y dispuesto a cumplir su rol.

—Veo que al fin te acuerdas de que existo —gruñó Lhepas, conteniendo las ganas de darle un puñetazo a Jonathan.

—Nunca te olvidé —argumentó Sarah con un suspiro—. Sólo estaba ocupada.

—Ajá, ¿y por qué ni siquiera me dedicaste una mirada durante este tiempo? —preguntó Lhepas con los ojos entrecerrados—. ¿Y por qué el suspiro? ¿Estás cansada de sólo verme o qué?

—Estaba ocupada y tú no estuviste en el lugar preciso para que al menos pudiera verte —respondió Sarah con calma—. Y el suspiro fue porque sé que esta conversación puede que sea larga. ¿Puedes dejarnos entrar ya?

—No voy a permitir que un humano ponga un solo pie en mi casa —gruñó Lhepas en respuesta.

—¿Aún no confías en Jonathan? —preguntó Sarah—. Si él tuviera malas intenciones ya hubiera tratado de hacer algo. En cambio, ha estado tratando de ayudar lo mejor que pudo; dio consejos a los guerreros novatos además de entrenarlos, mató a bestias mágicas y monstruos cercanos y fue amable con todos.

—Puede que esté tratando de ganarse la confianza de nuestra gente para atacarnos por la espalda —respondió Lhepas—. Los humanos sólo dicen mentiras y odian a cualquiera que no sea de su raza. Casi exterminan a los nuestros, ¿recuerdas? Usaron a nuestros antepasados traidores como excusa, matándonos indiscriminadamente a pesar de que nosotros no tenemos nada que ver con la Gran Guerra.

—¿Al menos puedes tratar de escucharnos? —preguntó Sarah con un suspiro—. Te necesitamos para matar a Mordim. Tu habilidad con la lanza es extraordinaria y eres rápido a la hora de la batalla.

—¿Hablas de ese estúpido plan? —Escupió Lhepas más que decir—. Beltran es un idiota al pensar que puede matar a un dragón con sólo ustedes. Mordim es poderoso y casi imposible que salga del Volcán Negro, donde está protegido de pies a cabeza. Además, ¿ése humano también va a luchar? ¡Ni siquiera es un mago, por el amor de Zogtrón! Se desmayará con sólo estar cerca de Mordim.

—Jonathan no va a luchar —dijo Sarah con fastidio—. No lo enviaría a su muerte incluso si mi vida dependiera de ello. Y Beltran es un tarwón, así que por sí solo es capaz de matar a un grifo. Con Sermya, Saya, yo y tú, somos más que capaces para la tarea.

—¿Puedes, por el amor de Kinia, al menos repensar sobre esto? Mordim está planeando un ataque y la fuerza vital de Beltran no va a resistir más cambios, por lo que se volverá incapaz de protegernos en algún momento. Tenemos que acabar con esa lagartija antes de que pase eso.

—... —Lhepas entrecerró los ojos.

Miró a Sarah y luego a Jonathan. Detestaba al mercenario por ser un humano y haberse «robado» a la joven demonio, quien era la única y verdadera amiga que tenía Lhepas.

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