Capítulo 47: El Caballero Negro (Parte 1)

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—Bien, ya es hora —dijo Beltran.

El tarwón había reunido a Saya, Sarah, Sermya y Lhepas en su hogar. Jonathan también estaba, pues quería apoyar a la causa y ser de ayuda por si encontraba algún error en el plan que el resto no logró ver.

—¿Todos están al 100% de su capacidad? —preguntó Beltran, recibiendo un asentamiento de cabeza colectivo. "Bien. Entonces, pongan sus cerebros en marcha."

Puso un mapa hecho por él mismo de la zona establecida donde lucharían. Replanteó el plan con todos, comprobando varias veces que no hubiese fallas o posibles complicaciones innecesarias.

Luego hizo que todos comprobaran el estado de sus armas, dándoles a cada uno artefactos con forma de brazaletes, los cuales les daba una vía rápida para recuperar maná. También les dio collares que activarían una barrera que los protegería de ataques mortales, anillos dimensionales para guardar productos alquímicos y botas para aumentar la velocidad y disminuir el impacto al caer, evitando posibles lesiones en las rodillas. Cada artefacto tenía una apariencia distinta, dificultando que Mordim pudiese saber lo que precisamente eran.

Beltran es un tarwón multielemental especializado en la luz, un espadachín más que decente y un forjador mágico excelente. Cada uno de los artefactos creados por él eran de alta calidad, y más aún cuando se trataba de aquellos con características lumínicas.

Cuando todos estuvieron listos, el Asesino de Grifos creó un portal que los llevó a una zona despejada. El sol estaba bajando, a punto de ser oculto por el inmenso Volcán Negro, el cual se imponía sobre toda la vegetación circundante.

—Los dragones tienen sentidos tan mejorados que pueden oír cómo nuestros cuerpos procesan los alimentos, pueden reconocer un rostro a miles de metros de distancia y huelen todo a, más o menos, dos kilómetros a la redonda —dijo Beltran para recordarles a todos la peligrosidad de Mordim, además de servir como una señal.

Todos tomaron aire, calmando sus corazones que latían a mil por hora. Se pusieron firmes y esperaron, listos para cualquier cosa.

—Mordim, ven, por favor —dijo Beltran.

Y, entonces, algo emergió del Volcán Negro. La imponente estructura geológica estaba lejos de donde estaban, pero todos lograron verlo.

Un ser tan negro como la tinta salió del Volcán Negro, desplegando un par de alas membranosas. Tenía una figura similar al de un reptil gigante, sus ojos escarlata brillando y los bordes de su cuerpo pareciendo absorber la luz del sol, el cual estaba siendo escondido tras la gran criatura en ese momento.

Aleteó, usando magia del aire para levantar su cuerpo con un peso de varias toneladas. Mientras más se acercaba, su figura se hacía cada vez más reconocible.

Sus escamas negras como la negra que parecían absorber la luz, sus alas membranosas, sus fauces llenas de dientes tan afilados como espadas, púas de hueso saliendo de su columna y llegando hasta su larga cola, la cual terminaba en una especie de hacha también de hueso. La criatura poseía afiladas garras que cortaban la carne y los huesos con facilidad, sus extremidades ni tan largas ni tan cortas al igual que su cuello.

 La criatura poseía afiladas garras que cortaban la carne y los huesos con facilidad, sus extremidades ni tan largas ni tan cortas al igual que su cuello

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