Capítulo 123: Convencer (Parte 1)

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La taberna estaba repleta, el flujo constante de personas nunca se acababa como era de esperar de la capital de un ducado gherciano tan adinerado. Los camareros prácticamente hacían malabares entre la aglomeración de hombres y mujeres tanto del territorio imperial como de Zerantia.

Sentados en una esquina alejada, se encontraban Jodok Norandrad y Debras Ágaxor. A pesar de su vestimenta modesta, el porte militar y el dinero que mostraron fue más que suficiente para darle al resto de clientes y trabajadores de la taberna la idea de que eran personas importantes. Sumado a su notable malhumor surgido de la nerviosidad, nadie se atrevía a invadir su espacio personal.

—Qué mala suerte tenemos —gruñó Jodok, tomando un profundo y rápido trago de tralvón.

—Ni lo digas —suspiró Debras, bebiendo un poco de cerveza común de su tarro.

—¡Y encima aún tenemos que solucionar lo de las montañas Whink! —se quejó Jodok—. ¡Dos derrotas seguidas! ¡Todo un deshonor!

Debras asintió, recordando de mala gana los sucesos en el norte. ¡Ni siquiera habían podido recuperar su dignidad con una revancha, pues fueron reasignados casi de inmediato en Kazra para arreglar el problema con la corrupción! Y, para empeorar las cosas, volvieron a ser derrotados.

—En serio, juro que un día de estos...

Jodok estaba por reiniciar su avalancha de insultos, pero se detuvo abruptamente cuando pudo ver, por el rabillo del ojo derecho, cómo un pequeño grupo de personas se acercaba. En un contexto diferente, no les hubiera dado tanta importancia más allá de una simple mirada.

Sin embargo, conocía la reputación de la mujer al mando, tanto pública como secreta. Al menos en parte.

Jodok le lanzó una mirada significativa a Debras, quien rápidamente concordó con el Espadachín Veterano. Alejando sus tarros, se voltearon para ver cómo una mujer de piel algo bronceada, cabello rubio y ojos verde oscuro se paraba frente a ellos.

—¿A qué se le debe la visita, señorita? —preguntó Jodok, analizando con la mirada a Morrigan. Incluso así, no pudo evitar darle un vistazo rápido al pecho de cierta Maga Adepta de raza élfica. Melones.

—Es un gusto conocerlo, señor Norandrad. —La Hija de la Oscuridad se dio cuenta del asunto, pero lo dejó pasar con un ligero arrugamiento de nariz—. ¿Nos permite un asiento junto a ustedes?

—Oh, ya veo —susurró Jodok, asintiendo para sí mismo—. Parece que vienen a por ella.

Morrigan alzó levemente las cejas a pesar de saber que era bastante obvio, al menos teniendo en cuenta la reputación que ganó cuando aún era una no-muerta.

—¿Por qué la sorpresa? —Jodok soltó una carcajada—. Puede que parezca el típico guerrero sin cerebro que sólo sabe atacar, pero tampoco soy imbécil. Además, deberías de saber que todos los que son mínimamente influyentes en el Imperio conocen a tu amiguito.

Morrigan frunció el ceño, retrocediendo un paso por instinto. Su aura esmeralda se filtró un poco, su postura afirmándose mientras lanzaba el hechizo Silencio, evitando que el sonido salga del lugar donde estaban. Jodok y Debras no reaccionaron en la superficie, pero sus cerebros ya estaban analizando cómo podría desarrollarse una posible batalla. Vadirsón, Timandra, Qashke y Eleonora se movieron sólo unos centímetros, más que suficiente para ponerse en posición de lucha. No conocían a Qaxión, pero la negativa de Morrigan ya decía bastante.

Por su parte, el resto de la taberna se mantuvo aislado de la situación. Muchos apostaron sobre quién ganaría si se libraba una batalla, otros sólo bebieron y comieron en silencio con ganas de ver un espectáculo. El tabernero soltó un suspiro, anotando mentalmente que tenía que poner un cartel en grande que dijera «No se admiten peleas».

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