Capítulo 110: Heridas supurantes (Parte 1)

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Atravesando un espacio no tapado por la cortina, un rayo de luz entró por la ventana y se posó sobre sus ojos. El leve calor era suave, despertándolo con una sensación indescriptiblemente buena.

—Ah... —bostezó Jonathan, moviéndose un poco para estirarse aún acostado.

En su forma humana, su cabello café oscuro estaba desaliñado y sus ojos negros tenían ojeras significativas. Su cuerpo original había ganado una cantidad relativa de músculo, viéndose como un atleta casi en su mejor momento. El cambio se debía a una pequeña cuestión de inseguridad que había tenido desde niño... y porque se veía bien.

Soltando un suave bostezo, se limpió los globos oculares antes de voltear su mirada a su derecha. Acurrucada a su lado, se encontraba Sarah Moghut, su novia; en su forma humana, tenía el cabello castaño hasta los hombros, desparramados, mientras sus ojos color avellana estaban cerrados, derramando pequeñas lágrimas entre temblores.

Una pesadilla, pensó Jonathan con una mueca de dolor.

Desde que Sarah había regresado a su lado, los sueños de su amada eran aterradores y demasiado recurrentes. Aunque había logrado bajar la frecuencia de pesadillas, seguían siendo tan reiteradas que las noches sin lágrimas y temblores eran vistos como milagros.

El corazón de Jonathan se apretó, sintiendo el dolor de Sarah casi como si fuera suyo. A pesar del estrecho vínculo entre ambos, la joven demonio había tardado mucho en acostumbrarse al tacto del ráksasa, quién no sabía qué hacer para ayudar, temeroso de empeorar las cosas si forzaba lo que no se podía forzar.

Moviendo una temblorosa mano, Jonathan acarició el cabello desaliñado de Sarah. La joven demonio se estremeció ligeramente, pero no se despertó ni rechazó su gentil toque de forma de inconsciente. Aunque el ráksasa no estaba seguro, creyó apreciar el leve indicio de una sonrisa.

Sintiendo incluso algo tan ínfimo como una caricia al alma, se quitó las sábanas de encima con cuidado y se levantó con lentitud. Temía dejar a Sarah sola, pero pudo observar por la ventana cómo estaba cerca el mediodía y el almuerzo no se preparaba solo, ya que a su amada aún le inquietaban las multitudes.

Dejando la puerta del dormitorio abierta, entró al comedor y agarró algunos ingredientes desparramados sobre y dentro de un mueble de la cocina. Emprendiendo manos a la obra, dejó que su mente divagara levemente mientras cocinaba.

Qaxión y Beltran aún no encontraron la ubicación de Alan, pensó, un poco irritado por recordar al espadachín mágico. Más allá de una firma mágica leve en el bosque Drastyn, la investigación no parece tener buen rumbo. Harry... bueno, parece estar bastante ocupado trabajando.

Recordó la última vez que lo vio, encontrándolo en un estado severamente deplorable luego de haber luchado contra un grupo de mercenarios que estaban causando estragos en el norte. Esbozó una sonrisa, rememorando otras cosas como la noticia de la erradicación completa de una manada de huargos de parte de Harry.

Luego, con un suspiro, recordó cómo Morrigan no respondía ninguna de sus llamadas desde hace varias semanas. Aunque estuvo bastante nervioso y conversó sobre el tema con Harry y Qaxión, todos habían llegado al acuerdo de que era casi imposible que hubiese muerto o algo similar.

Después de todo, si pudo viajar una vez por el bosque Drastyn con Sarah casi sin preocupaciones, ¿cómo sería posible que le hubiera pasado algo si ahora estaba agrupada con mercenarios poderosos? Aunque eso planteaba otros posibles problemas, Jonathan sabía que Harry y Morrigan eran huesos duros de roer como para caer fácilmente en una batalla.

Mientras estaba perdido en sus pensamientos, unas pisadas suaves fueron fácilmente audibles gracias a sus sentidos mejorados. Con un movimiento suave y fluido, Jonathan dio una sonrisa a Sarah, quien ahora se acercaba a él mientras se limpiaba los ojos con una mano y se acomodaba el cabello con la otra.

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