Capítulo 115: Nuevas alturas (Parte 3)

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Pasados unos minutos de recorrer habitaciones y pasillos con decorados exquisitos, los ojos de Túdyr se pararon sobre un cuadro en particular. Sus piernas siguieron su ejemplo, deteniéndolo en su lugar.

El cuadro mostraba a una mujer de cabello corto y rubio con rayas blancas por el abuso de maná, ojos verdes que mostraban valentía, con la barbilla en alto y una presencia casi majestuosa. La pintura estaba hecha con magia para evitar que se deteriore incluso un solo centímetro, abajo teniendo una etiqueta que decía: «Zilma Laeroth».

—Mi abuela —explicó Alynoia con cierta nostalgia—, quien también da nombre a la Orden del Halcón Sagrado.

—Uh, ¿qué? —Confundido por sus palabras, Túdyr también notó el parecido entre ambas—. ¿Cómo que ella le da el nombre? ¿No es por ti?

—Por favor —se burló Alynoia con una risita—, desearía que fuera así. ¿Te imaginas que una elfa de menos de veinte años sea quien le da nombre al grupo de caballeros que protege el mismísimo palacio, la sede del poder supremo, de Xyrnalia? ¡Lo restregaría en la cara de cualquiera cada cinco minutos!

—Dejando de lado los desvaríos de mi hermana —dijo Xangrot—, la verdad es que nuestra abuela fue una poderosa Maestra de Espadas y Maestra Forjadora, la misma que creó la armadura Sacroguardián y la primera que la usó. Sus hazañas fueron tan magníficas con y para el reino que la llevó a convertirse en la fundadora y capitana de la Orden del Halcón Sagrado.

—Un ejemplo de lo fantástica que fue nuestra abuela es la división entre Trerio y Klodra —dijo Alynoia con orgullo, mencionando ambos ducados élficos (el primero en el extremo oeste-noroeste) como si fuesen sacados de una obra de ficción fascinante—. Sólo necesitó una concentración de maná y magia artefáctica para cortar kilómetros de terreno inhóspito en ese entonces.

—Mm, ¿no estás hablando de la Santa Hendidura? —preguntó Túdyr, frunciendo el ceño mientras trataba de recordar el accidente geográfico artificial.

—Exacto —asintió Valeska, quien estaba ansiosa por unirse a la conversación y charlar sobre Zilma—. El lugar divide Trerio y Klodra de forma perfecta, proporcionando una división política y un sitio turístico debido al inmenso sistema de cuevas subterráneas repletas de bestias mágicas y criaturas corruptas que expuso la Santa Hendidura, dando a miles de personas trabajo de sobra.

—Okey, eso fue más de lo que esperaba —exclamó Túdyr, fascinado antes de dirigirse a Xangrot y Alynoia—. Su abuela fue genial, debo admitir.

Aunque los hermanos élficos no respondieron, levantaron la barbilla con orgullo al unísono.

*

El patio trasero de la mansión Laeroth era extenso y sin nieve gracias a matrices específicas de la finca, teniendo árboles de corteza blanca y hojas rosadas, arbustos recortados en formas diversas y un inmenso estanque. Cerca de este último y conectado a la puerta trasera de la casa por un camino de piedras, una mesa con cuatro sillas alrededor con un gacebo haciendo sombra.

Cuando se acercaron al pseudocomedor al aire libre, el estómago de Túdyr rugió en cuanto sus fosas nasales percibieron el poderoso olor de la comida. El aroma a carne asada, pan fresco y otros ingredientes que desconocía eran extremadamente atrayentes para su cuerpo maltrecho y con necesidad de nutrientes.

Se sentó con una velocidad que no parecía ligada a su estado, agarrando un tenedor y cuchillo con avidez antes de frenar abruptamente.

—Uh, no sé mucho de modales... —dijo, incómodo.

—No te preocupes —dijo Alynoia, barriendo el aire con una mano—, esto no es una gala nacional o algo por el estilo. Come tranquilo, que lo necesitarás si quieres explicar cómo se supone que te fusionaste con la oscuridad.

No-MuertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora