Capítulo 95: Un poco de turismo (Parte 2)

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—Entonces —dijo Saya, ignorando la situación de forma descarada—, ¿a qué hora partimos, más o menos?

—Quién sabe —respondió Eleonora, encogiéndose de hombros—. El señor Yanmurt es un poco sobreprotector con su hijo y puede que tarde un poco.

—Yo le doy unos tres días —dijo Qashke, quien se había mantenido en silencio todo el tiempo y pasó desapercibida hasta el momento.

—¡Paseemos por la ciudad, entonces! —sugirió Vadirsón, quien estaba tratando a toda costa de alejar las manos de Timandra.

—¡Tú sólo quieres ver los pechos y traseros de alguien! —dijo la espadachina élfica mientras intentaba golpear al mercenario.

—¡Y claro que sí! —declaró Vadirsón, su orgullo herido.

—¿Desde cuándo es tan lujurioso? —preguntó Qashke, atónita—. Hasta ahora se había comportado normal.

—Siempre lo es —respondió Eleonora con una risita—, sólo que él sí sabe comportarse. Por un tiempo, al menos. ¿Con qué tipo de hombres te encontraste, querida?

—Algunos demasiado lascivos —explicó Qashke, sintiendo un escalofrío y un fuerte sentimiento de asco.

—Por lo menos Vadirsón trata de comportarse, así que no es la gran cosa —dijo Eleonora—. De vez en cuando lo deja al descubierto de forma descarada, aunque mayormente es por Timandra. Ella tiene un afán por recalcarle ese aspecto suyo.

—¡Es porque tiene envidia! —dijo Vadirsón con una sonrisa soberbia.

—¡¿Quién te va a tener envidia a ti, sinvergüenza?! —exclamó Timandra con ira.

—¡Yo al menos he tenido pareja! ¡Y varias! —argumentó Vadirsón—. No como cierta personita.

Timandra se sonrojó por la vergüenza, aumentando la potencia de sus ataques.

—¿Paseamos por la ciudad, entonces? —preguntó Eleonora de forma descarada.

—Yo me quedaré aquí para entrenar, así que pueden ir ustedes solos —dijo Saya para zafarse de inmediato.

—Bien, decidido.

*

La basílica de San Lyndax es un majestuoso templo ubicado al norte del Distrito Santo. Fue el primer edificio destinado exclusivamente al culto panteónico, su antigüedad y prestigio siendo indiscutibles.

Su nombre proviene de Lyndax, uno de los primeros elfos y el mayor adorador de los dioses. Habiendo sido considerado como el hombre más devoto y un santo, instó la construcción de múltiples templos alrededor de Kinia.

¿Habrán monjas suculentas?, se preguntó Vadirsón.

—Deja de pensar cosas pervertidas —criticó Timandra.

Vadirsón estuvo por argumentar que no había ninguna razón para tal deducción, pero rápidamente recordó cómo su vieja amiga había desarrollado la molesta habilidad para reconocer sus pensamientos libidinosos. Soltó un insulto a lo bajo, dejando pasar el asunto. Por ahora.

El grupo continuó caminando, dirigiéndose a la plaza de San Lyndax, ubicada frente a la basílica del santo homónimo. La célebre plaza, notable ejemplo de la arquitectura y el urbanismo, está dedicada a dicho hombre y es el lugar de encuentro cotidiano de cientos de fieles católicos. El espacio de la plaza está formado por dos partes: la primera tiene forma de trapecio, cuyo lado mayor corresponde a la fachada de la basílica, con motivaciones de perspectiva (anular la gran distancia que hay entre la plaza y la basílica); y la segunda tiene forma de óvalo con una inmensa estatua en el centro.

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