Capítulo 60: Bandidos (Parte 1)

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Tadeus apenas pudo reaccionar con una sonrisa tonta, abriendo una y otra vez las manos para verificar que no se había vuelto loco. Sólo cuando pudo mover cada parte de su cuerpo es que pudo soltar un grito eufórico, sintiendo que había recuperado cada ápice de energía.

—¡Estoy curado! —exclamaba el barón, más para sí mismo que para los otros dos hombres dentro de la habitación—. ¡Y todo gracias a...!

Cuando se volteó a ver a Harry, Tadeus se cortó en seco.

A pesar de que había apenas unos segundos, el hechizo biológico requirió de cada pizca de concentración y fuerza mental del muerto viviente. En ese pequeño lapso de tiempo, había operado como un cirujano en su trabajo más complicado.

Su rostro estaba empapado de sudor y su piel estaba pálida, tambaleándose ligeramente hacia atrás. Sentía la peor jaqueca de su vida, como si su cerebro hubiese sido pateado, apuñalado y cortado las veces suficientes como para volverlo una pulpa sanguinolenta. Su mente estaba destrozada por el hechizo biológico, el cual era uno muy complejo y encima la primera vez que lo usaba.

Me confié demasiado, fue lo único que pudo pensar Harry antes de caer hacia atrás.

O eso hubiera pasado si no fuera por Lagneius, quien había aparecido detrás en un parpadeo. El muerto viviente no había logrado ver bien sus movimientos, pero estaba seguro de que era un espadachín veterano. Y le había atinado por completo.

—Voy a llevar a nuestro invitado al dormitorio de al lado para que descanse —declaró Lagneius, levantando a Harry como si fuese una princesa.

—No intentes nada atrevido —advirtió Tadeus, causando que el agotado no-muerto viera al capitán como ojos acusatorios.

Si este tipo intenta violarme, lo despedazaré, pensó, aunque no se sentía tan confiado ahora que estaba en tan mal estado.

—Me tienes en muy mal estima, ¿eh? —carcajeó Lagneius antes de salir de la habitación.

Llevó a Harry a un dormitorio mucho más modesto, dejándolo sobre una cama de una plaza. Luego agarró una silla y se sentó al lado del no-muerto, quien alzó una ceja.

—¿Que... quieres? —preguntó, su voz débil por el cansancio. Sólo quería dormir durante un mes en vez de charlar, pero le parecía algo curiosa la situación.

—No hace falta estar en esa forma ahora —dijo Lagneius con una sonrisa astuta—. Ya te descubrí, pequeño.

Harry abrió los ojos como platos y trató de levantarse. Si lo que decía el capitán era verdad, podría estar en graves problemas. Sin embargo, cuando quiso alzar su torso, sintió que apenas tenía fuerza y cayó de nuevo sobre la cama.

—Je, je, je —rió Lagneius al ver la cómica escena—. No temas, pequeño; soy un aliado. De hecho, tenemos más en común de lo que parece.

Antes de que Harry pudiese pedir una explicación, el capitán de caballeros cambió de forma: su cabello desapareció, sus ojos se volvieron grises, sus músculos se abultaron, su altura aumentó hasta los dos metros, su piel se volvió roja con rayas marrones y sus facciones se hicieron incluso más bárbaras. Era el típico orco.

—Tú... —Harry sólo podía ver a Lagneius, sin saber qué hacer.

—¿Ves? No soy un enemigo —interrumpió el capitán de caballeros—. Ahora, ¿por qué no muestras quién eres en realidad? Ahora que te demostré mi verdadera raza, es bastante grosero que no lo hagas.

Harry se le quedó mirando durante unos largos tres minutos antes de suspirar.

Supongo que tendré que hacerlo, pensó. Es un espadachín mágico, el capitán del Cuerpo de Caballeros de una ciudad rica y un orco inteligente. No sé cómo es que puede cambiar de forma y el porqué lo hizo en primer lugar, pero tenerlo de aliado será sí o sí una ganancia. Más aún cuando sabe qué soy en realidad, ya que no se entrometería demasiado con preguntas difíciles de responder.

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