Capítulo 9: Asesino frío (Parte 1)

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Tiempo después, frente a la mansión feudal.

La gente se había arremolinado alrededor de una gran estaca con forma de cruz, al estilo de la crucifixión de Jesús. En él, un hombre joven estaba atado, un collar antimagia dejándolo indefenso y despojado de su vestimenta salvo su ropa interior. El cuerpo reforzado de Alan había sido curado, su fuerza vital (una energía fundamental de la vida y una parte del alma, con forma de llama) siendo monitoreada a través de un artefacto para lo que sucedería a continuación.

—¡Frente a ustedes, personas de Waargas y extranjeros, está Alan Piers I, perteneciente a la famosa Casa Piers! —gritó Valk, quien estaba delante del espadachín mágico—. ¡Deshonró a su familia matando a una de nuestras ciudadanas: Támiti! ¡Sí, la misma Támiti que tanto tiempo nos acompañó, la que siempre sonreía cariñosamente y charlaba! ¡Y este bastardo le quitó esa sonrisa para siempre, acabando con su vida!

» ¡Aunque no podamos matarlo debido a que pertenece a la Casa Piers, sí podemos vengarnos! ¡Es por eso que lo condeno al apedreamiento público durante tres días en nombre de la Ley del Castigo Divino!

La Ley del Castigo Divino es una que el Imperio draghniano tiene desde ya varios siglos, pues es uno de los países más religiosos. En la misma, se dicta que cualquier ofensa hacia los dioses tiene que ser penada de alguna u otra forma. Entre la lista de lo que se considera un agravio, está el asesinato de un seguidor de la Iglesia, el cual se castiga con un apedreamiento público de tres días, al menos en el caso de que el homicida no puede sufrir la pena de muerte; se le monitorea la fuerza vital durante ese tiempo, verificando que nunca muera y, en caso de estar cerca de ello, activando una barrera mágica que la impida y teniendo magos curativos listos.

La multitud no dudó ni un minuto en atacar, agarrando las piedras que les proporcionó el Cuerpo de Caballeros y arrojándolas a Alan. El espadachín mágico recibió la mayoría debido a la poca distancia entre él y la gente, su piel reforzada apenas sufriendo daños, pero sí dolor. Soltó gemidos adoloridos, su cuerpo contrayéndose con tal de impedir un poco el sufrimiento.

Uno de sus ojos fue golpeado por una piedra, la sangre goteando ligeramente. Gritó de dolor, cerrándolo y apretando los dientes. No podía hacer más que soportar, tolerar tal situación. Ni siquiera podía pedir ayuda, pues nadie estaba dispuesto a hacerlo.

Ni siquiera su novia y amigo.

Susan se llevó las manos a la boca, llorando por el trágico suceso. John estaba hirviendo de ira, apretando sus puños tan fuerte que sangraron cuando sus uñas se clavaron en su piel. Ambos sólo podían ser observadores del momento, ya que Valk les había advertido de antemano que no los dejaría irse de ahí como si nada si intentaban algo gracioso. Sus apellidos aristocráticos serían ensuciados por el evento, siendo tomados como criminales que quisieron ayudar a otro infractor de las leyes imperiales. Querían ayudar al espadachín mágico, pero sabían que eso sólo traería más problemas.

—No miren, por favor... —murmuró Alan, soltando lágrimas de dolor y tristeza. En una situación tan lamentable, odiaba ser visto por la mujer que amaba y el hombre que lo trató como un hermano.

El espadachín mágico desvió la vista, incapaz de seguir observando las lágrimas de su amada y el odio de su amigo. Y, cuando lo hizo, notó a alguien entre la multitud. Una persona vistiendo una túnica azul oscura, con su cara envuelta en un manto de oscuridad.

Harry le devolvió la mirada a Alan, sin ninguna pizca de remordimiento. Mastiqué más de lo que podía tragar, pensó el no-muerto, y sobrestimé mis habilidades diplomáticas y la justicia de Arnold y Valk. Traté de hacer dos cosas a la vez, y fallé. Bueno, de los errores se aprende.

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