Capítulo 113: Nuevas alturas (Parte 1)

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«Te quiero, papá.»

Fue sólo una frase, corta y enterrada entre un océano de memorias. Sin embargo, el significado oculto que llevaba en cada sílaba, los sentimiento cosechados a lo largo de una vida, provocó que Túdyr despertara con una lágrima cayendo por su mejilla izquierda.

Apoyándose con los codos, sintió su respiración ligeramente entrecortada y su corazón latiendo más rápido de lo normal. Aunque el dolor pesaba sobre su pecho, no sucumbió al vacío emocional que aún perduraba en su ser tras aceptar el final de un largo camino de venganza sin sentido. En cambio, se enfocó lo más que pudo en su entorno. Mejor dicho, quien estaba en el mismo.

—Pensé que no despertarías —dijo una voz cálida y preocupada, justo a su lado—. ¿Una pesadilla?

Con sólo una mirada, Túdyr reconoció a Alynoia Laeroth. Sentada sobre una cómoda silla acolchada, vestía una blusa con decorados mínimos, un pantalón de lino negro y botas marrones. Aunque su vestimenta podría fácilmente ser confundida con la de un plebeyo o mercenario, la calidad de la ropa y la belleza natural del Halcón de Plata distaba bastante de lo que podría pensar alguien con un vistazo superficial.

Túdyr se dio cuenta con rapidez del resto del entorno, reconociendo la habitación como un dormitorio. Se encontraba acostado sobre una cama que lo dejó atónito por su comodidad, el lugar amueblado con cuadros, floreros y una ventana que mostraba un extenso patio adornado con árboles de corteza blanca y hojas rosadas, estatuas de detalle sobresaliente, arbustos bien recortados y varias personas que parecían sirvientes.

—U-Uh, ¿dónde...? —Impactado por la situación, Túdyr balbuceó más que formular una oración.

—Bueno, no creo que dejarte desmayado en medio del bosque más peligroso del mundo sea la opción correcta —se burló Alynoia—. Para hacerlo simple, cuando me llamaste perdiste la conciencia y casi me provocas un infarto mientras te buscaba.

—Entonces, ¿ésta es... tu casa? —preguntó Túdyr tras unos segundos para procesar todo, algo inquieto debido al costoso entorno al que estaba completamente ajeno. Si ensucio siquiera la alfombra, bien podrían ponerme en la guillotina.

—Exacto —respondió Alynoia con un asentimiento—, así que no te preocupes por cosas como esconderte de otras razas. El país es mucho mejor que los del norte, sobre todo en este lugar, en temas raciales.

» En vez de eso, mejor deberías preocuparte por tu estado actual. Aunque logré que mis padres lo aceptaran a regañadientes, preferiría no aumentar el trabajo de los sirvientes limpiando más la casa. Báñate, por favor.

A pesar del rubor en sus mejillas producto de la vergüenza, Túdyr no pudo evitar soltar una carcajada por la forma en que el Halcón de Plata había hablado y la sonrisa descarada pegada en su rostro. El ogro soltó un suspiro cansado, quitándose la sábana de encima para levantarse.

Bueno, al menos no me desnudaron, pensó mientras notaba que llevaba los mismos harapos sucios de siempre. Aunque no le importaba demasiado el tema de que unos sirvientes le cambiasen la ropa mientras estaba inconsciente, seguía siendo parcialmente vergonzoso.

Poniendo los pies sobre los tablones de madera color caoba que conformaban el piso, poner todo el peso de su cuerpo sobre sus piernas envió un torrente de dolor a través de su organismo. Si no hubiera sido por Alynoia moviéndose con la velocidad de un rayo para atraparlo con agarre de acero, Túdyr hubiera caído con la gracia de una avalancha.

—¿Q-Qué pasó? —Aunque el Halcón de Plata ya suponía la respuesta, no pudo evitar soltar la pregunta de forma casi instintiva.

Túdyr no respondió, sintiendo cómo todos los músculos de su cuerpo se tensaban. El ogro supo de inmediato lo malas que realmente habían sido las consecuencias de su emboscada a Morrigan y todo lo ocurrido después, la realidad de la sobrecarga mágica que pesaba sobre cada fibra de su organismo siendo como un balde de agua fría.

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