Capítulo 91: Un viejo enemigo (Parte 2)

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Una espesa niebla negra llenó la carretera en cuanto el conjuro de nivel cuatro, Emperador de las Sombras, de Túdyr fue lanzado. El ogro sacó su báculo, Agalla, de su anillo dimensional (robado de unos mercenarios) y se arrojó al ataque mientras usaba sus dotes espirituales para reunir las almas errantes y pedir sus poderes.

¿Qué se supone que hace aquí?, se preguntó Saya mientras cabalgaba fuera del rango del Emperador de las Sombras. Su comunidad estaba lejos de esta zona, así que debería ser imposible.

—¡Vuelve aquí, hija de puta! —bramó Túdyr con furia hirviente, usando a Agalla para conjurar rápidamente una andanada de Láseres Radiantes.

Saya logró esquivar un par, pero eran demasiados y encima las almas errantes atacaban su fuerza vital a través del Emperador de las Sombras. El dolor de la corrosión lumínica y el desgarro de la parte superficial de su espíritu la obligaron a caer del álobro, el cual escapó por su vida.

Sacó su espada ropera, Purga, de su anillo dimensional y empezó a tejer varios conjuros. Sin embargo, había reaccionado demasiado tarde.

Túdyr llegó en un pestañeo frente a ella, reforzando aún más su ya fuerza sobrehumana y golpeándola en la cara con la potencia de un camión a toda velocidad. Saya salió disparada hacia las profundidades del bosque, su cabeza ahora una amalgama de carne triturada, sangre y huesos rotos.

Mierda, pensó la muerta viviente con todos sus sentidos desvanecidos, lo subestimé demasiado. Necesito ir con todo.

Suministró todo el maná que pudo a la regeneración de su cabeza, logrando recuperar sus sentidos y viendo que se encontraba tirada entre árboles destrozados. Justo a tiempo para observar cómo Túdyr conjuraba, al unísono, un Festival Espectral y un Segador Maldito.

¿Cómo es que se volvió tan fuerte?, pensó Saya mientras usaba magia de la luz para repeler el elemento oscuro de los conjuros. Esto es ridículo incluso si se tiene en cuenta el báculo, el cual tampoco es que parezca ser la gran cosa. La última vez que lo vi, ese tipo era el doble de débil y ahora está realizando dos magias tan poderosas al mismo tiempo sin esfuerzo.

Lo que la muerta viviente no sabía era que Túdyr había estado entrenando día y noche. Desde que la comunidad fue erradica para siempre, el ogro luchó contra toda criatura mínimamente peligrosa que se le interponía. Estuvo trasnochando con tal de pulir su resistencia, sufriendo el hambre para fortalecerse, peleando con las manos desnudas hasta que su carne estuvo expuesta, combatiendo hasta que todos sus huesos se rompieron y siendo herido hasta que no quedó más sangre por escupir.

Desde que se le había sido arrebatado todo, Túdyr se volvió una bestia en toda regla. Habiendo alcanzado el rango de Gran Mago, su dominio sobre la magia había alcanzado un nivel que nunca pudo siquiera imaginar.

—Te mataré —murmuró, su rabia apenas siendo contenida, mientras suministraba más maná a sus conjuros.

Las almas errantes escuchaban su llamado con anhelo, deseando ver la sangre derramada. Gracias al vínculo que tenía Túdyr con el mundo astral, los espíritus eran contaminados con su ira y rencor, uniéndose a su propósito con pasión desenfrenada.

Con cada segundo que pasaba, el cuerpo de Túdyr se volvía más y más fuerte. Sus conjuros tomaban más y más poder, las heridas apareciendo con cada vez más frecuencia en Saya. Las chispas mágicas volaban como si alguien estuviese soldando algo con toda la potencia de la máquina.

Mierda, pensó Saya, quien estaba haciendo todo lo posible para contrarrestar la magia de Túdyr, esto se está poniendo feo. El tipo está siendo protegido por esa estúpida barrera oscura y parece estar volviéndose más fuerte por momento. Si la batalla se alarga más, acabaré perdiendo.

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