Capítulo 73: Fuerza maldita (Parte 1)

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Un huargo con la cabeza cosida a su torso atacó desde atrás, usando la corrupción mágica para corroer la armadura de Qaxión. Al mismo tiempo, cinco orcos con sus pechos y corazones perforados embistieron desde diversos flancos.

Ninguno sería un adversario digno para el Corazón Férreo, pero aquella no era una situación normal. Todo lo contrario.

Cada no-muerto artificial había sido refinado con anterioridad. Las runas biológicas que los componían habían sido potenciadas junto a todas las capacidades físicas, convirtiendo simples cadáveres en pequeños tanques que encima recibían un suministro constante de maná por parte de Zagloth, aumentando aún más su fuerza y agilidad.

Una oleada de puñetazos, cortes de espadas en buen estado y corrupción mágica dejaron a Mimo con múltiples abolladuras e incluso un incipiente proceso de corrosión. La armadura estaba haciendo todo lo posible para autorrepararse.

Sumado a eso, Memento Mori no hacía más que estropear la concentración de Qaxión. El enfoque que necesitaba para suministrar maná a su armadura para acelerar la autorreparación era roto o, como mínimo, retrasado hasta el hartazgo.

Su cuerpo ardía cada vez más mientras su alma era atacada, necesitando pura fuerza de voluntad para no caer de rodillas. Intentó empuñar a Aniquilación en un corte vertical y desatar uno de sus encantamientos, pero fue demasiado tarde.

Su corazón fue atravesado.

—¡QUÉ SE SIENTE, ¡¿EH?! —rugió Zagloth con euforia, perforando a Mimo con Penumbra mientras la espada mágica se hundía cada vez más y más en el pecho de Qaxión—. ¡Esto es por ser una maldita molestia, animal!

El encantamiento de Penumbra, «Vorago Mortis», se activó. Múltiples vórtices de oscuridad aparecieron a lo largo de la hoja, las runas brillando a máxima potencia mientras la fuerza vital de Qaxión era absorbida hasta la muerte gracias a técnicas necrománticas.

Zagloth sonrió, pero no fue el único.

—Gracias por tomarte tu tiempo —dijo Qaxión, agarrándolo por el cuello mientras desataba «devoraalmas».

Todas las sombras de la ciudad se arremolinaron en una marea negra que atrajo tanto maná que brillaba como un pequeño sol. La oscuridad llegó, en apenas una fracción de segundo, a Zagloth y lo cubrió como un espeso manto antes de que un rugido agónico casi hiciera retumbar la zona, la magia espiritual atacando su alma.

El conjuro devoraalmas, de nivel cuatro, había sido creado por Qaxión tras ver el ingenioso invento de Harry y Saya: «gula». Sólo necesitó una semana para crear su magia personal y potenciada en base a lo que hicieron los hermanos no-muertos, agregando la magia biológica como la guinda sobre el pastel.

Qaxión es tan poderoso que incluso con su concentración flaqueando debido a Memento Mori fue capaz de lanzar el conjuro, el cual encerró a Zagloth y Alan en un infierno donde sólo existía el sufrimiento.

¡IMPOSIBLE!, pensaron tanto el Señor de la Necromancia como el espadachín mágico, ambos sincronizándose para hacer todo lo posible con tal de evitar la muerte tanto en cuerpo como en espíritu. Siendo llevados lejos de Tárol a toda velocidad, sólo podían hacerse una pregunta: ¡¿CÓMO CARAJO SOBREVIVIÓ?!

La respuesta era, sin que ambos lo supieran, sencilla: Qaxión no es humano.

Cuando Bernardo Navarro murió, su alma fue rápidamente atrapada por Dylot, quien la llevó a Kinia gracias a una anomalía en el sistema de reencarnación de ambos universos. Luego de un laborioso proceso, el Dios del Origen y el Fin puso el espíritu dentro del cadáver de un dopplegänger.

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