Capítulo 128: Serpientes en la hierba (Parte 2)

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Dejado sobre una mesa baja y amplia de ébano, un amuleto se encontraba reproduciendo multitud de hologramas. Uno tras otro, se mostraban fragmentos de múltiples vídeos o imágenes; la espada carmesí cortando la carne de monstruos, bestias y humanos por igual, su portador llevando la misma mirada frívola que ni siquiera trataba de ocultar. Su cabello blanco se movía como una pequeña cascada con cada uno de sus movimientos, sus ojos rojos pareciendo calcular cada acción de su oponente antes de despedazarlo sin piedad alguna. Un escenario sangriento y escalofriante para la gente común, quien incluso llegaba a aclamarlo como un héroe.

Aniquilación Blanca le queda horriblemente bien, pensó William Monteazul mientras tomaba un trago de tarplón.

El Maestro Forjador, tras la masacre en el castillo nacional de Litheris, había envejecido de forma notable: pasó de verse como un hombre de treinta a parecer de poco más de cuarenta, su cabello marrón plagándose de canas y mechones blancos por el abuso de maná mientras que sus ojos cafés tenían profundas ojeras por pasar largas jornadas sin dormir. Había perdido varios kilos y su ceño fruncido perpetuo sólo se acentuó, su pelo despeinado gran parte del tiempo.

Luego de la masacre en el castillo nacional de Litheris, William había pasado los primeros días llorando las muertes de Zestror Káthako y Elizabeth Káthako. Ahogó sus penas en el alcohol junto a Leewen, quien también había sido afectado negativamente por aquella noche y pronto desapareció por circunstancias misteriosas, antes de ser obligado a continuar con su trabajo a extremo regañadientes. Tan sujeto como estaba a su país natal, se hundió en su ocupación como Maestro Forjador y trabajó día y noche sin cesar con tal de concentrarse en algo más que no fuese el dolor de haber perdido a personas tan importantes en su vida.

Un día como cualquier otro, William se encontraba en la sala de estar de su casa. La habitación era amplia, sus paredes decoradas con pinturas de artistas de renombres y estanterías repletas de libros de todo tipo, desde un simple conjunto de recetas para comidas típicas del Reino Vasallo de Zarem hasta textos clasificados para los experimentos estatales que el Maestro Forjador llevaba a cabo en secreto. Desde hacía varios meses que se le había encomendado la creación de artefactos y el progreso era lento pero constante, tanto siendo el trabajo sobre sus hombros que tenía más de un estante lleno de planos y guías dadas por el país dependiente del Imperio draghniano. Obviamente, su salón de experimentación era donde se guardaba lo más relevante y confidencial de la que su familia ni siquiera podía saber de su existencia.

Sentado sobre un cómodo sofá donde cualquiera podría dormirse con facilidad, William volvió a dar un trago de su vaso con tarplón, ya habiendo vaciado una botella. Luego de tanta experimentación mágica, el Maestro Forjador había amplificado su parte élfica hasta tal punto y de una forma tan rara que había ganado una increíble resistencia al alcohol, el sentimiento de ardor en su garganta y estómago siendo de las pocas cosas que lo mantenían cuerdo. Y, sabiendo que no era lo correcto para su salud mental, continuó viendo hologramas sobre las hazañas de Harry y Morrigan a través del Imperio gherciano, pensando sólo en cuánto quería despedazarlos con sus propias manos y sintiendo la impotencia de saber que la batalla no era su fuerte.

Si tan sólo hubiera intentado un poco más...

—Los días han pasado de forma sombría, por lo que veo —dijo una segunda persona en la habitación, sacándolo de su estupor.

William suspiró, moviendo su cabeza apenas unos milímetros para ver al invitado no tan deseado. Parado frente a una estantería, allí se encontraba un hombre de complexión atlética de hombros anchos, espalda en V y extremidades robustas, aunque manteniendo la suficiente delgadez como para darse cuenta que la masa de músculos que era su cuerpo nunca lo detendría a la hora de realizar acciones tan ágiles como las de un gato. Su armadura negra que parecía absorber la luz estaba en su forma real y sin casco, ahora complementada por una capa gris pálida que tenía complejos grabados. Su máscara blanca parecida a un lobo permanecía tan inexpresiva y aterradora como siempre.

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⏰ Última actualización: Mar 23 ⏰

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