Capítulo 71: Bastardo (Parte 1)

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Una semana después del secuestro de Sarah.

Harry se había marchado para seguir con su trabajo de brujo peregrino. Sin embargo, usó sus conexiones con barones (Tadeus de Emnaria, Zordirius de Maeral, Siorah de Tyrviria y Dossenia de Tárol) además de otros vínculos menores como Fanirium para esparcir la noticia sobre el secuestro de Sarah y así localizarla más fácilmente a través de avistamientos.

Saya se unió al Gremio de Mercenarios debido a que era un medio rápido para conseguir poder. Gracias a sus misiones, podría entrenar sus habilidades con monstruos, bestias mágicas y humanos. Realizando trabajo tras otro con casi nulo descanso, en pocos días consiguió llegar al rango E, algo que suele suceder en la organización.

Lhepas y Sermya siguieron a Saya en sus misiones. No se registraron como mercenarios debido a que no tenían dinero (ni depender del de otros), por lo que hicieron compañía a la no-muerta a la vez que pulían sus propias habilidades entrenando entre sí, solos o con objetivos vivos.

Qaxión y Beltran, al ser personas antiguas y con bastantes conexiones (sobre todo el Corazón Férreo), empezaron a investigar el paradero de Sarah. Alan destacaba debido a su poder y forma de actuar, por lo que debería ser fácil. Sin embargo, hubo casi nulo rastro del espadachín mágico.

Jonathan fue el único que se quedó en Tárol, practicando con su nueva forma. Qaxión le daba una lista de cosas para experimentar y de vez en cuando se quedaba con él para enseñarle directamente, logrando que el mercenario cambiara de su forma ráksasa a la humana luego de varios días de práctica.

Un ráksasa está en completa sintonía con la luz y la oscuridad (siendo sus elementos principales), por lo que torcer su fuerza vital para cambiar de forma fue más fácil de lo que creyó. Su nueva naturaleza, además, era capaz de usar el resto de elementos y su fuerza física era monstruosa, pudiendo resistir apuñaladas y levantar casi una tonelada.

Por alguna razón, tenía la casi misma masa que un humano normal, por lo que sería algo imposible que tuviese tales capacidades físicas a diferencia de uno. Sumado a eso, estaba el hecho de que todos sus sentidos eran sobrehumanos: su visión era el doble de extensa y detallada, su audición podía detectar hasta el aleteo de una mosca a varios metros de distancia, su olfato podía detectar de los más finos olores y su gusto era más delicado.

Ahora tengo que controlar mi fuerza y mantener bajo control mis sentidos, analizó Jonathan, sentado sobre el borde de su cama en la posada Los Hermanos, ahora en su forma humana. Si me descontrolo, podría matar a alguien. Eso o volverme loco por saber casi todo lo que pasa a mi alrededor por mis sentidos sobrehumanos.

Sin embargo, no se sentía mal. Todo lo contrario; mientras más poderoso fuese, más fácil le sería proteger a los que amaba.

Cuando Qaxión y Beltran encuentren a Sarah, yo mismo me encargaré de matar a Alan si es posible, pensó Jonathan con rencor acumulado, su puño temblando por la ira hacia el espadachín mágico. Si no puedo... Bueno, mientras Sarah esté bien, yo estaré bien. Sólo necesito ver su sonrisa de nuevo y mi furia podrá ser mantenida hasta que desaparezca.

Eso era lo mejor. El rencor desaparecería tarde o temprano mientras estuviese a su amada consigo, feliz como siempre. Con su vida vuelta a la normalidad, todo estaría bien.

O eso pensaba.

—¿Uh? —murmuró Jonathan, escuchando que alguien golpeaba la puerta—. ¿Qaxión, quizá? Se supone que mañana vendría a entrenarme, pero... Bueno, tal vez quiera apurarse o tiene una noticia sobre Sarah.

Dejando las especulaciones para más tarde, el mercenario se levantó. Llevaba puesto una camisa blanca, pantalones negros y botas, algo que podría congelar a personas normales si no fuera por sus nuevas capacidades físicas, la cual lo volvieron inmune al frío que presentaba gradualmente el país.

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