Capítulo 40: Juntos (Parte 1)

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Pasaron los días, las semanas, los meses y los años. Jonathan apreció cada uno, por insignificante que fuese. Los quería como una familia.

Su cálida sonrisa.

Su cariño.

Sus abrazos.

Ella ya no estaría nunca más a su lado.

Sus malas pero graciosas bromas.

Su confianza.

Su apoyo casi incondicional.

Él ya no estaría nunca más a su lado.

—¡No me dejen! ¡No lo hagan, por favor!

Sólo podía correr en ese espacio blanco, persiguiendo dos espaldas: una femenina y una masculina. Mientras más se acercaba, más se alejaban. Mientras más quería que volviesen a su vida, más se iban.

—¡No me dejen solo! ¡Regresen!

Sus lágrimas caían una tras otra. Su brazo extendido y su mano abierta no podían volver a ser correspondidos. Sus sentimientos eran destrozados por cada paso que daba.

—¡Margaret, Edmond! ¡No se vayan!

Esos momentos preciosos nunca más volverían a ser reales. Esas personas a las que apreciaba con cada pizca de su alma nunca lo harían. Una parte de su ser se le fue arrebatada.

—¡NO!

Cayó de rodillas, viendo las figuras de sus amigos desaparecer. Un pantano de sangre y carne cortada lo envolvía, tragándolo. El ruido de espadas chocando y el dolor era lo único que volvería vivir.

Ya no estarían juntos.

*

La luna estaba alta, el cielo teniendo pocas nubes. El bosque a su alrededor estaba tranquilo, sintiendo la ligera y fría brisa tocando su piel. Cuando se sentó, vio su cuerpo tapado por una sábana. A su lado, estaba Sarah, quien lo observaba con preocupación.

—Al fin despertaste —suspiró con alivio—. Hace varias horas que... ¿Eh?

Las lágrimas fluyeron por las mejillas de Jonathan, manchando su cuello y pecho descubierto. Su cuerpo tembló mientras sollozaba, soltando murmullos incoherentes incluso para él mismo.

Su mente estaba plagada por los recuerdos de sus difuntos amigos, todo lo bueno que perdió aquella noche. Los seres queridos que jamás volverían con él, esos preciosos momentos que nunca volverían a ocurrir.

Le habían quitado todo.

—¿Q-Qué te pasa? —preguntó Sarah, extremadamente preocupada y acercándose—. ¿Por qué lloras? ¿Pasó algo o...?

—¡M-Mátame! —respondió Jonathan, viéndola con los ojos cristalinos y su voz quebrada.

—¿D-De qué estás hablando? —preguntó Sarah, atónita y sin saber qué hacer.

—¡Te d-dije que me m-mates! —gritó Jonathan, sintiendo cómo todos sus sentimientos se descontrolaban y lo destrozaban por dentro—. ¡Ya lo perdí t-todo! ¡F-Familia, hogar, a-amigos y propósito! ¡YA NO QUIERO SUFRIR!

Apretó los dientes con fuerza y los nudillos de sus puños se volvieron blancos. Las lágrimas sólo fluyeron más y más como una cascada incontrolable. Su voluntad estaba hecha añicos al igual que su mente.

—¡U-Usa tu magia y a-acaba esto rápido! —dijo, temblando como si estuviera desnudo en una gélida intemperie—. ¡Ya s-sufrí demasiado como p-para...!

No-MuertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora