Capítulo 51: Caminos semejantes

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¿Esto está bien?

Su espada cortó en dos a un orco.

¿Va a servir de algo?

Perforó el cráneo de una lagartija incendiaria.

¿Cuánto tiempo llevo?

Las «llamas de autoridad» consumieron hasta el último pedazo.

¿Mi furia me está cegando?

La sangre salpicó su rostro.

No sé, pero... continuaré.

Su espada decapitó a un mercenario.

Debo hacerlo.

Su arma acabó con la vida una maga.

No importa cuánto arriesgue.

Su puño atravesó el corazón de un hechicero joven.

Mi sufrimiento no será en vano.

Su pie aplastó el cráneo de una mercenaria.

Porque le haré pagar.

Las entrañas se esparcieron.

Tengo que hacerle sufrir lo mismo que a mí.

Pasó por entre los cadáveres.

Lo mataré.

Alan Piers I suspiró, su espada saliendo del cráneo del último mercenario. Había sido emboscado en un bosque al sur del Reino de Zerantia, en la batalla involucrándose unas pocas bestias mágicas y un orco. El espadachín veterano los masacró a todos, formando un campo repleto de sangre, vísceras y pedazos de carne. Tenía algunas heridas, pero no eran graves.

—Esto no es lo correcto —suspiró, sentándose sobre un tronco talado y puesto horizontalmente—. Estar acostumbrado a matar personas... ir de batalla en batalla... pensar sólo en asesinar... Pero tengo que hacerlo. Debo pulir mis habilidades lo mejor posible para que él no tenga oportunidad de vencer. Tiene que ser una lucha donde yo tenga todas las de ganar.

Habían pasado meses desde lo ocurrido en la Ciudad de Waargas, pero su rencor no disminuyó. El sólo recordar a Harry, quien lo había traicionado y usado de chivo expiatorio, hervía su sangre con furia. Quería matarlo a toda costa, incluso si eso significaba sacrificar todo.

—Ese es un objetivo maravilloso.

El cuerpo de Alan se tensó, levantándose abruptamente. La voz repentina era gutural y parecía provenir de todos lados y, a la vez, de ninguno. Era tan extraño y aterrador que no dudó ni un segundo en desenvainar su espada.

—¡¿Quién eres?! —preguntó, girando en su posición para ver todo el entorno.

—No temas, humano —dijo de nuevo la voz con una carcajada sutil—, no soy una amenaza. No para ti, al menos. Todo lo contrario: soy un aliado tuyo.

—Aliado, ¿dices? —Alan frunció el ceño, sintiendo cómo su cuerpo perdía las ganas de batallar por alguna razón y su mente se sentía atraída hacia aquella voz. Cada palabra parecía ser una caricia al tímpano—. Al menos revela quién eres antes de afirmar algo así.

—Je, parece que tu arduo entrenamiento ha dado frutos —dijo la voz desconocida—. Mira el suelo y me encontrarás.

Alan bajó la mirada, notando que, entre los cadáveres, se encontraba un artefacto. Se veía como un cilindro metálico que sobresalía de la tierra manchada de sangre, su superficie teniendo runas visibles y desconocidas.

—Ahí está una parte de mi alma —explicó la voz—. Sólo necesito que agarres el artefacto y podré cumplir tu sueño.

—¿Mi... sueño? —Alan sintió una ligera euforia mientras se acercaba al cilindro enterrado.

—Te ayudaré a vengarte.

*

Lloró. Soltó un río de lágrimas.

El cadáver de su mentor, la persona a la que más admiraba. Ahora no era más que un cuerpo partido en dos, sus entrañas esparcidas y su mirada vacía.

El cráter donde casi toda su gente pereció. Su madre, padre, amigos y conocidos. Todos fueron asesinados en un parpadeo.

Su hogar arrasado. Tras escapar con los supervivientes y volver, se encontró con todo destrozado, como si alguien hubiese hecho aquello a propósito para dejarle con más problemas.

Túdyr se sentó en el suelo, sus hombros caídos. Su ropa estaba sucia y sus ojos estaban rojos por el llanto. Aún era de noche y su gente empezaba a tratar de rearmar sus vidas.

Lo perdí casi todo, pensó, apretando los puños hasta que sus nudillos se volvieron blancos. Mamá, papá, Gerek, mis amigos y conocidos. Asesinados sin piedad por esa mujer.

Sentí su corazón hervir de la rabia. Estaba furioso. Quería ir en ese momento para encontrar a Saya y masacrarla con sus propias manos. Quería aplastar su cráneo a puñetazos y bañarse con su sangre.

¡¿Por qué tengo que sufrir todo esto?!, se preguntó. ¡¿Por qué la vida me odia tanto?! ¡Sólo quería ayudar y mi determinación sólo es escupida! ¡Una y otra y otra y otra vez!

Sus manos sangraron cuando sus uñas perforaron sus palmas.

Esa mujer..., su cuerpo hervía por el rencor y la rabia. Esa bastarda.... Ella merece morir... Sí, tiene que hacerlo... Algún día, ella pagará... La haré sufrir el doble... La destrozaré con mis propias manos... No le dejaré pedir perdón y, si lo hace, aplastaré sus esperanzas...

Apretó los dientes, su determinación reforzándose y cambiando.

Me vengaré.

Fin del arco 2: «Viajar a un hogar»

***

Este capítulo es completamente nuevo y muestra vagamente las intenciones y determinaciones de Alan y Túdyr.

En la versión anterior, Alan ya era completamente cruel desde el primer arco. Esta vez quise alargarlo para que tuviese tiempo más que suficiente para haber un cambio así de drástico. Túdyr, en cambio, también quería vengarse, pero se convertía en el esclavo de Alan a través de medios mágicos.

Que tengan buen día, tarde o noche.

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