Capítulo 107: Tenso (Parte 2)

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—¡Métete tus enigmas por...! —rugió Morrigan con ira antes de que sus palabras fueran cortadas junto con su respiración, sintiendo que el solo hecho de tomar aire era un infierno en vida.

Cayó de rodillas, un suspiro exasperado de Dylot resonando por el abismo psíquico.

—Niña tonta —escupió más que decir—, ¿en serio crees que puedes tratarme así en este lugar? Después de saber lo débil que estás emocionalmente, ¿crees que tienes algún control aquí?

Resopló, dejando que Morrigan volviese a respirar con normalidad.

—Dime, Morrigan o lo que sea —continuó—, ¿a caso tienes una idea de lo mal que están yendo mis planes ahora?

—T-Tú...

—Pensé que te levantarías una vez más como siempre —interrumpió—, que dejarías atrás todos esos sentimentalismos atrás y continuarías sin dejarte afectar. No, creo que te sobrestimé... ¿o será que mis expectativas eran demasiado fantasiosas? Este universo es fantasía pura, así que no hay problema en tener ilusiones de ese estilo.

Dejando atrás sus reflexiones, miró a Morrigan con ojos que ocultaban una maldad indescriptible.

—Eres patética —escupió con repugnancia—, más de lo que creí. ¡Mírate, arrodillada frente a quien te dio una nueva vida y poderes tan ventajosos que son injustos para otros tras querer rebelarte contra mí! Soy lo más parecido que tienes a un padre ahora mismo, quien te dio todo... ¡y tratas de ir contra mí! ¡CONTRA MÍ!

Su rugido hizo temblar todo el espacio mental, provocando un intenso deseo por vomitar en Morrigan cuando el impacto psíquico estuvo a punto de abrumarla.

—Patético, patético, patético... —repitió Dylot, como si odiase la palabra hasta los cimientos de su etimología—. ¿Sabes todo el tiempo perdido por tu culpa? ¿Todo el poder que gasté en resucitarte y entregarte esos poderes? Por el amor del Padre Todo, ¡ahora tienes precisamente tus ansiosos sentimientos gracias a mi intervención, provocando que cayeran todo ese efecto en cadena para que tu mera existencia fuera tan única e irrepetible!

Morrigan se preguntó por un momento quién era ese tal Padre Todo, pero el dolor mental que provocaba cada palabra (más un rugido que otra cosa) de Dylot la hacía temblar como si estuviera desnuda en la Antártida.

—¡Y encimas le pusiste a tu nueva existencia el nombre de «eldritch»! —El Dios del Origen y el Fin parecía haber escuchado el peor chiste de su vida—. Ah, mierda, ¿en serio he desperdiciado tanto en este fracaso?

Dando un fuerte resoplido, volvió a ver a los ojos de Morrigan.

—Te volveré a preguntar —dijo, cada palabra pareciendo estar tan afilada como una daga—, ¿por qué crees que te dije todo eso de la magia somática?

—Y-Yo... —susurró Morrigan, débil—... no s-sé.

—Sí, ¡claro que no lo sabrías! —exclamó Dylot—. Bien, pues te lo diré de la forma en que tu débil psique mortal lo entienda: te di esa información para darte, otra vez, una probada de lo poderoso que soy, de la diferencia entre nosotros, para que comprendas lo horrible que te irá en caso de que intentes siquiera la más mínima acción en mi contra.

» Tu piel será arrancada, tus músculos arderán, tus huesos se romperán y tus órganos internos serán menos que una pulpa ensangrentada. En cuanto trates de ir en contra de mí, Dylot el Dios del Origen y el Fin, no quedará siquiera cenizas de ti, Morrigan la eldritch e Hija de la Oscuridad, como te llamó la desgraciada de Kinia.

Había una perfecta mezcla de amenaza, burla e ira en su declaración. Parecía tener tanto control sobre la situación, sobre la vida misma de a quien le hablaba como un rey a su súbdito, que Morrigan tembló por el miedo. Entonces, Dylot puso el último clavo al ataúd que era la tensa situación.

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