Capítulo 37: Desesperanza

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Gritos de dolor, de tristeza y de odio. La sangre siendo derramada y la carne desgarrada. Algunos edificios eran quemados hasta las cenizas con personas dentro, encerradas en un infierno del que nunca pudieron salir. Sus padres siendo masacrados frente a sus ojos, implorando que lo dejaran vivo. Lo único que lo salvó aquel día fue un guerrero de nombre desconocido, rescatándolo del caos de la Ciudad Comerciante de Osnaría.

Jonathan arrastró ese trauma por toda su vida. No importó la cantidad de años, las pesadillas seguían ahí. Lo acechan como un depredador astuto a su presa escurridiza. Quizá la frecuencia bajó, pero no quita el hecho de que sigue ahí, atormentándolo.

La vida no ayudó. Su entorno le demostró una y mil veces que el destino lo odiaba. Estuvo cerca de la muerte tantas veces que olvidó la cuenta. Perdió seres queridos las veces suficientes como para temer las relaciones sociales personales. Su determinación por sobrevivir fue menospreciada y su cuerpo destrozado por batalla tras batalla. Tanto estrés lo estaba llevando al borde la locura, necesitando de casi cualquier cosa para liberarlo.

Jonathan siempre pensó que podría superar las dificultades, hasta que llegó un día.

Él, junto a sus amigos Margaret y Edmond, estaba iniciando un viaje de escolta. Del Imperio gherciano hasta el Reino de Xyrnalia, tuvieron que pasar por el bosque Drastyn mientras protegían a un comerciante medianamente adinerado que les daría una buena suma de dinero.

Aun con todas las preparaciones, toda la precaución y todos sus esfuerzo, nada sirvió.

Los ogros atacaron desde todos lados, masacrándolos. Resistieron poco o nada, dando cada gota de sudor. Jonathan luchó con uñas y dientes, moviendo su espada mientras las heridas aumentaban por segundo. Su propia sangre lo estaba bañando y su cuerpo estaba tan destrozado que hasta dejó de sentir dolor en cierto punto, todo eso llegando el doble de horrible poco después.

Derrotado, se desmayó y fue capturado junto a Margaret y Edmond. Los tres fueron los únicos supervivientes de aquella masacre entre árboles. Así, fue llevado a una aldea ogra, una comunidad cerca de las profundidades del bosque Drastyn.

Jonathan gritó hasta que su garganta se lo impidió. Escupió y maldijo a todo aquel que se cruzaba en su mirada. Quiso escapar una y mil veces hasta que su cuerpo era golpeado e inmovilizado. Su determinación persistía a pesar de todo, hasta que...

Carne.

Le dieron carne como cena. Esa noche fría dentro de la celda, fue visitado por un ogro al que veía de vez en cuando. Le gritó una y mil cosas hasta que se dio cuenta de que llevaba un plato con carne. El hambre lo estaba matando, por lo que devoró hasta el último pedazo hasta que no quedó nada.

Su sabor...

El silencio de las otras celdas...

La sonrisa macabra del ogro...

—No...

No podía ser verdad.

—No, no, no...

Tenía que ser una broma.

—¡No, no, no!

O una pesadilla.

—¡NO, NO, NO!

Margaret y Edmond, ambos estaban muertos. Los torturaron y los desmembraron, cocinando su carne y dándosela a Jonathan. Él mismo había comido los cadáveres de sus compañeros.

El mundo pareció desmoronarse esa noche. Las fuerzas lo abandonaron, su mente entró en shock. No pudo procesar la verdad hasta el día siguiente. Una realidad tan cruel y devastadora rompió la poca determinación que quedaba en su ser.

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