Capítulo 111: Heridas supurantes (Parte 2)

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Fue largo y tedioso, algunas partes resurgiendo el dolor en Morrigan. Sin embargo, se tragó todos sus malos sentimientos y continuó con determinación su historia, sin mentiras ni omisiones por primera vez.

—Esto es... impactante, cuanto menos —suspiró Sarah.

—Felicitaciones, supongo —dijo Jonathan—. Aunque el tema de tener a un dios queriendo matarte no parece ser muy bueno que digamos.

—Je, supongo que no —dijo Morrigan con una leve sonrisa—. Aún tengo que probar al máximo mi nuevo cuerpo y descubrir nuevas habilidades además de Marea Aplastante y Masa Espiritual, si es que las tiene. Aunque, dejando eso de lado, mis amigos están ansiosos por conocerlos a ambos.

—Amigos, ¿eh? —Jonathan mostró una sonrisa plácida—. Realmente has cambiado... Morrigan. Je, puede que sea un poco difícil adaptarse al nuevo nombre. Pero, y en serio lo digo, te felicito, amiga.

La Hija de la Oscuridad sonrió, su voluntad quebrándose por un momento para dejar salir una lágrima de felicidad. Por muy simple que fuese la palabra, ser llamada así por otro era como una caricia a su lastimada alma.

—Aunque apenas terminamos de merendar —continuó Jonathan—, sumado a que planeo hacer una misión. Lamento decirlo, pero nuestra reunión con tus amigos tendrá que esperar. Además, Sarah...

Haciendo una mueca, miró la puerta cerrada del dormitorio. Tras una casi agitada conversación con Morrigan, la joven demonio prácticamente escapó del comedor y se aisló para leer.

—Lo sé —dijo la Hija de la Oscuridad, usando toda su fuerza de voluntad para no huir ahí mismo del problema—, es por eso que vine aquí en primer lugar. Aunque puede que no te hayas dado cuenta, el viaje que hice para fortalecerme cuando era una no-muerta no fue nada más que un escape de una situación en la que no podía ayudar debido a mi maldición.

» Tenía miedo... y lo sigo teniendo, pero ahora no puedo huir. No después de ver lo mal que está Sarah; sus ojos dejaron de brillar, su tono bajó, está más encorvada y se nota a leguas que está sufriendo por dentro cada día. No puedo ver a mi mejor amiga en ese estado y no hacer nada.

» Aunque, Jonathan... No veas esto como un insulto, por favor, pero... ¿por qué no parece que hayas ayudado?

El ráksasa se mordió el labio inferior hasta que sangró, sintiendo que la culpa y el autodesprecio lo devoraban por dentro. Respiró hondo para tranquilizarse, dándose cuenta que sus uñas habían atravesado sus palmas y sus nudillos estaban blancos.

—Yo... soy un cobarde —declaró, bajando la cabeza—. Perdón, Morrigan, pero le fallé. A Sarah, a ti y a todos. A pesar de ser el más cercano, no hice... no pude hacer nada. Me quedé sentado sobre mis manos, viendo cómo la mujer que amo sufre cada día.

» Sólo soy un...

Entonces, una mano se posó sobre su hombro derecho, estremeciéndolo. De repente, como si se hubiera teletransportado a pesar de que hubiera sido imposible por las matrices de Tárol, Morrigan estaba a su lado con una expresión suave y una sonrisa conciliadora.

—No termines la frase, por favor —dijo, su voz un poco temblorosa—. Si apenas puedo ver a mi mejor amiga siendo la sombra de lo que era, no creo que pueda soportar ver a mi amigo derrumbarse. Así que te pido que escuches.

» Por mucho que lo considere, no puedo verte como un cobarde. Eres fuerte, Jonathan, más de lo que he visto en otros, pero todos tienen un límite. Ver a Sarah en ese estado todos los días debe ser insoportable, sabiendo que toda su existencia es más frágil que el pétalo de una flor.

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