Capítulo 98: Un huevo vacío

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—¿En serio? —recalcó una mujer con tono áspero y recriminador.

Una adolescente de cabello y ojos negros, con la suficiente belleza como para no ser fea, pero sin ser excepcional. Su rostro estaba torcido en una mueca que mezclaba la vergüenza y la tristeza, sosteniendo con fuerza su vestido blanco y simple, pero con indicadores claros de su alto precio.

Frente a la joven se encontraban dos adultos, sus padres. Sus caras estaban difuminadas, borrosas incluso si se trataba de enfocar en verlos. Ambos, hombre y mujer, estaban enojados con la adolescente.

—Y-Yo... —tartamudeó, las palabras negándose a salir.

—¡Sin excusas, jovencita! —exclamó su padre—. ¿Cuántas veces vas a seguir siendo una molestia durante encuentros sociales? ¡Sólo necesitas bailar y hablar, por el amor de los dioses! ¡¿Es tanto pedir?!

—¡P-Pero...!

—¡Ni se te ocurra meter a tu hermano en esto! —interrumpió su madre—. ¡Él al menos tiene una excusa coherente que ayuda a la familia! ¿O es que ahora planeas volverte también una mercenaria?

Sus palabras estaban llenas de sarcasmo envuelto en extrema violencia, todos en la habitación sabiendo que la adolescente era incapaz de siquiera realizar magia.

—Y-Yo... —La voz de la joven empezó a quebrarse, pero hizo su mejor intento para impedir que salieran lágrimas—... no l-lo volveré a hacer.

Sin embargo, a pesar de todo, una lágrima cayó por su mejilla.

*

Cuando abrió los ojos, Saya se encontró con el cielo nocturno. Las estrellas iluminaban suavemente el campamento improvisado donde se habían quedado a dormir, siendo de los pocos momentos donde la muerta viviente era obligada a descansar para que el resto trabajara.

—Papá y mamá... —murmuró, tocando su mejilla derecha y limpiando la pequeña lágrima.

Era extraño. Un sentimiento desconocido la había azotado, provocando una reacción biológica que sólo había presenciado en otros seres vivos. Llorar, la tristeza, era algo ajeno a todo lo que conocía de su existencia.

—¿Una pesadilla? —Una voz suave llegó desde su derecha.

Cuando volteó la mirada, Saya se encontró con que Timandra estaba acostada a su lado en su propia bolsa de dormir. La Espadachina Veterana mostraba una sonrisa suave, tumbada sobre su lado izquierdo para ver bien a la muerta viviente.

—... Sí.

Saya pocas veces soñaba. Cuando lo hacía, se encontraba con recuerdos de su pasado como humana, memorias borrosas y crípticas. Siempre eran sueños cortos y demasiado incomprensibles, pero el que acababa de tener era extrañamente claro.

—Yo también soñé con ellos —dijo Timandra, sus ojos expresando una leve tristeza—. No suele pasar, pero es bastante molesto tener que despertar antes de tiempo con los ojos lagrimosos, ¿sabes?

Ahora que se daba cuenta, Saya logró discernir un ligero enrojecimientos en los ojos de la Espadachina Veterana.

—Eso... —La muerta viviente quiso decir algo consolador para ayudar al estado de ánimo de su compañera, pero las palabras no salieron. Saya era incapaz de sentir verdadera empatía, por lo que no podía confortar a nadie.

—No pasa nada —dijo Timandra, volviendo a acostarse.

Saya frunció el ceño, agregando más peso a la idea de romper la maldición de no-sentimientos. Confundiendo los sentimientos de la muerta viviente, Timandra decidió extender un poco más la charla para consolarla.

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