El Santo Palacio de Vaerria, ubicado en el centro de la Ciudad de Omnelia, es una construcción majestuosa que combina la elegancia y la espiritualidad.
Al acercarse, los visitantes son recibidos por una imponente fachada de estilo gótico, con altas torres y una gran puerta de madera tallada a mano. Los vitrales de colores vibrantes adornan las ventanas, llenando el interior con una luz celestial que se filtra a través de las figuras religiosas e históricas representadas en ellos.
El vestíbulo principal es una obra maestra en sí misma; los techos altos y abovedados están decorados con intrincados frescos que representan escenas cruciales para la historia élfica y general de Kinia, mientras que los pisos de mármol blanco están meticulosamente grabados con símbolos élficos antiguos. En el centro del vestíbulo, se levanta una impresionante estatua de un arcángel, el más grande de todos: Vaerria.
Titulado como el Faro Celestial, fue el primer ángel en ser creado y el más poderoso de todos, habiendo guiado a sus hermanos en la Gran Guerra. Comandando los ejércitos divinos y mortales, luchó con tal ferocidad que su sola presencia podría ser considerada una victoria, siempre y cuando no se involucrase algún dios. Entre sus magníficas hazañas fue derrotar a dos grus'lett, dioses menores con formas dragontinas y abominables que fueron parte del Ejército de los Cien Mundos, tan atroces y feroces que fue sólo la magia de Zakrón la que los mantuvo a raya.
Dejando eso de lado...
Las salas y pasillos del palacio están lujosamente decorados con tapices elaborados, muebles de madera finamente tallados y candelabros de cristal que cuelgan del techo. Las paredes están cubiertas de pinturas al óleo que representan a santos y figuras religiosas, dándole al palacio una atmósfera sagrada y mística.
Los jardines del palacio son un verdadero paraíso, con rosales en flor, fuentes de agua cristalina y estatuas de héroes, santos y dioses. Los senderos de piedra serpentean entre los árboles centenarios, creando un ambiente tranquilo y sereno para la meditación y la contemplación.
Sin embargo, toda esa majestuosidad fue interrumpida por un ambiente lúgubre en la Cámara de Reuniones, donde los altos mandos se juntan para asuntos relevantes de diversa variedad.
Los únicos muebles de la habitación (ubicada en una de las torres) son una gran mesa redonda y multitud de sillas, el resto del espacio estando completamente vacío y sin ventanas, con una sola entrada. Tanto el suelo como las paredes son de un gris pálido, no hay color fuera del de las piedras mágicas de las que está hecha la habitación. Todo el lugar está encantado para evitar escuchas, ya sea por medios convencionales o mágicos, sin mencionar todas las protecciones necesarias para evitar que todo el alto mando muera de un solo golpe.
Reunidos allí, se encontraban todas las personas importantes que se podría esperar: el papa Vorrián II, el rey Zetorián Valtirae, la primera princesa Isda Valtirae, el segundo príncipe Kemuel Valtirae, la tercera princesa Tabris Valtirae, el cardenal Xangrot Laeroth y la capitana Alynoia Laeroth. También estaban otros como el resto de la Orden del Halcón Sagrado, incluida Valeska Mawar, y los cardenales más relevantes.
Para sorpresa de muchos cuando recién se enteraron de la noticia, la cuarta princesa Kalandria Valtirae se encontraba presente. Su piel de color ébano se mostraba un poco pálida, su cabello blanco ahora hasta los hombros y sus ojos azules habían perdido su efecto hipnótico, profundas ojeras debajo de ellos.
Su padre, Zetorián, fue el que más se mostró preocupado ante su apariencia. Aunque era un hombre firme en muchos sentidos, siempre tenía el tic nervioso de humedecer sus labios ligeramente, casi de manera imperceptible. Su cabello tan negro como la tinta, que parecía absorber la luz, casi todo el tiempo estaba amarrado hacia atrás, enfatizando sus suaves pero agudos ojos azules como océanos. Su cuerpo era delgado pero musculoso, manteniendo cierta aspecto delicado que tanto se busca en la raza élfica.
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No-Muerto
FantasyLa búsqueda de la verdad, de sí mismo, es lo que lo impulsa en primer lugar. Sin embargo, más personas entran en su vida y lo llevan a un propósito mayor; pero, para llegar a obtenerlo, tendrá que recorrer un camino lleno de sangre.