Capítulo 90: Un viejo enemigo (Parte 1)

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En Kinia, los animales son criaturas tan débiles que se les hacía imposible sobrevivir por su cuenta contra las bestias mágicas y monstruos. Eso aún más si se cuentan a los corruptos y seres del averno que pisaron el planeta durante la Gran Guerra.

Por ello, cosas como tener de mascotas a perros y gatos se considera un lujo que viene con un impuesto propio en la mayoría de países. En muchas naciones, hay zoológicos que protegen las frágiles existencias de los animales a cambio de dinero para que las personas se entretengan, aunque también hay lugares que los mantienen vivos como una especie de patrimonio cultural.

Esto servirá por ahora, pensó Saya mientras cabalgaba a un joven álobro, el cual había comprado antes de salir de Tárol.

La crianza de bestias mágicas no-inteligentes es algo común en el Imperio gherciano y otras naciones, teniendo diversos usos dependiendo de la subraza. Por ejemplo, criar a skölls desde el nacimiento puede servir para tener un equivalente bastante poderoso de los perros pastores.

Hacer algo como eso con criaturas inteligentes como un inari actualmente se considera estúpido y prohibido, habiéndose confirmado lo desastroso que podía salir siquiera un experimento de ese calibre. Y se había corroborado de la peor forma durante el «Proceso de Fortalecimiento Nacional».

También conocido como «el Proceso», fue la última dictadura militar que sufrió el Imperio gherciano. Aunque fue un período de diez años que significó prosperidad económica y militar, también fue un representante de lo mal que puede resultar dar todo el poder a un hombre roto. Y esa persona fue Rafael Calígula.

Siendo el hijo bastardo entre el emperador y una sirvienta del Palacio del Fénix, odió a su padre por haberlo maltratado de una y mil formas, quien lo ocultó del ojo público y lo envió a una esquina alejada del país junto a su madre. Creció con el odio ardiendo dentro de él, nunca habiendo recibido un apellido y viendo a su progenitora morir lentamente; cuando ella pereció, empezó a reunir poder de todas las formas que pudo, consiguiendo aliados políticos y mágicos.

Realizó un golpe de Estado, matando a su padre y encerrando a la emperatriz de ese entonces y poniendo un régimen militar. Mató a miles con tal de hacer lo mejor por el imperio, mejorando la economía y el Ejército. Mientras trataba de destruir la profunda red de pedofilia oculta que aún a día de hoy sigue existiendo sin poder ser eliminada, fue asesinado por un grupo de la oposición.

Rafael había sido un hombre cínico y paranoico, además de una persona con un profundo sentimiento de curiosidad hacia todo lo relacionado con la magia a pesar no ser un hechicero. Quería lo mejor para su país, pero su metodología nunca fue la correcta. Como uno de sus múltiples experimentos, utilizó a las Fuerzas Armadas para recolectar crías de diversas bestias mágicas inteligentes, matando o alejando a los padres, para criarlas desde el nacimiento.

En la teoría, el experimento proporcionaría monturas para surcar los cielos en el caso de los rocs, maestros del fuego con los inaris y criaturas protectoras con los guivernos. Hubo multitud de usos planeados para cada subraza e incluso se consideró la posibilidad de crear instalaciones donde matar a las bestias y usar sus cadáveres para hacer, por ejemplo, poderosas armas.

Sin embargo, pronto se dieron cuenta de que había sido la decisión más estúpida que se hubiese podido tomar.

Las bestias mágicas inteligentes no son animales ni mucho menos; por mucho cariño que sientan hacia quienes los criaron, pueden razonar el porqué sus supuestos padres no son de la misma raza. Se desarrollan más rápido que los humanos, por lo que estos acontecimientos sucedieron demasiado rápidos.

Y si se sumaban el poder abrumador que solían tener las bestias y la cierta repugnancia/desagrado que sentían los criadores, todo daba como resultado una masacre casi unilateral. Cientos (sino miles) de hombres y mujeres fueron asesinados, tanto dentro de instalaciones científicas como en las calles del imperio, poniendo otro clavo al ataúd a la inminente caída de Rafael.

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