Capítulo 114: Nuevas alturas (Parte 2)

2 0 0
                                    

Mirándose al espejo, Túdyr no pudo evitar comparar la actualidad con el pasado. Esos rasgos más suaves que el resto de ogros, esos ojos llenos de brillo y la inexistencia de arrugas; todo eso había cambiado.

En su reflejo, ahora veía a un ogro de rasgos afilados y depredadores, ojos que habían perdido gran parte de su brillo y sumaron bolsas oscuras debajo, las arrugas producto de fruncir el ceño por la ira. Se veía más viejo y cansado, como si hubiese vivido toda una vida de conflicto.

—He cambiado —murmuró Túdyr, acomodando el último botón de su camisa blanca y cómoda que le quedaba a la perfección—, pero para mal.

Recordó su extenso viaje de venganza, suspirando con frustración ante su propio comportamiento infantil. Tan inmiscuido estaba en matar a la entonces Saya que poco a poco se perdió a sí mismo, aferrándose al pasado y viendo el futuro sólo como una oportunidad para seguir ese sangriento y autodestructivo camino.

Ahora que matar a esa mujer no es mi propósito, ¿cuál es el camino que debo seguir a partir de ahora?

Con esa pregunta que creía imposible de responder por sí mismo pesando sobre su psique, salió del baño. De nuevo en el pasillo, una mirada inquisitiva de Alynoia lo paralizó.

—¿Acaso estuviste luchando contra un kraken ahí dentro? —preguntó con tono burlón, mencionando a una bestia mágica inteligente de tamaño colosal que habita los océanos aqueshianos y la criatura marina más grande de Kinia—. Estuviste...

Entonces, se detuvo abruptamente. Túdyr alzó una ceja en señal de confusión, viendo cómo las mejillas de Alynoia se tintaban con un ligero color rojizo.

—No puedes ruborizarte por todo, ¿sabes? —se burló Túdyr.

—Bueno, ver cómo pasas de verte como menos que un vagabundo a un galán es bastante impactante.

Esta vez, fue el turno de Túdyr de ruborizarse.

—¿Y para cuándo el beso? —Apareciendo como por arte de teletransportación, Valeska mostró una sonrisa juguetona.

—Para cuando el tipo que te gusta no te diga que te quiere como amigo —dijo Alynoia, contraatacando.

—¡Hey! —Valeska se ruborizó por la vergüenza—. ¡Dijiste que no volverías a hablar de eso!

—No me provoques, mujer —gruñó Alynoia antes de dirigirse a Túdyr, quien quedó tan duro como una estatua ante la breve conversación—. Como sea, ¿qué tal si vamos a almorzar?

—¿Almorzar? —Túdyr alzó una ceja—. ¿Cuánto tiempo estuve dormido?

—Unos tres días, más o menos —respondió Alynoia mientras los tres empezaban a caminar por el pasillo—. Dejando de lado cuánto tiempo estuviste tirado como un tronco, sé que estuviste en el bosque como un animal salvaje durante tantos meses que un lugar como este puede que sea agobiante en cierto sentido, por lo que almorzaremos en el patio trasero.

—Sí, todo esto es muy... diferente a lo que estaba acostumbrado incluso cuando no vivía como un animal salvaje —confirmó Túdyr con un ligero movimiento de cabeza—. Por cierto, ¿qué hace una miembro de la Orden del Halcón Sagrado aquí?

Habiendo visto cómo interactuaban, el ogro podía entrever una profunda relación de amistad entre ambas. Sin embargo, el grupo de caballeros que protege el Santo Palacio de Vaerria es demasiado importante como para que dos miembros estén libres y charlando de cosas triviales, sumando el hecho de que una es la mismísima capitana.

—Bueno, es un poco complicado —dijo Valeska, indecisa sobre cuánto contarle a Túdyr sobre la situación—. Aunque no pueda decir mucho, el tema es...

No-MuertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora