Capítulo 126: Desorden sangriento (Parte 2)

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Siguiendo su instinto, Eleonora esquivó volando una Bola de Fuego por muy poco. Abriendo los ojos por la sorpresa, sin saber si el bandido era tan tonto o tan maquiavélico como para querer incendiar la taberna con todos dentro, usó magia del agua para apagar las llamas místicas en cuanto cayeron sobre una mesa rota. Fue sólo un segundo, pero fue más que suficiente para dejarla abierta a un ataque lateral de parte de una Jabalina Sombría que estuvo a punto de perforar sus pulmones si no fuese por la ayuda de Levitación a último momento, evitando el asalto mágico antes de contraatacarlo con el suyo propio.

Viendo que el mago enemigo estaba rodeado de aliados que luchaban con soldados imperiales o yendo a por ella, Eleonora decidió tomar un pequeño pero peligroso riesgo que podría terminar hiriendo de gravedad a los de su bando si no tenía cuidado. Incluso sabiendo que usarlo en espacios cerrados podría ser muy mala idea, la Maga Adepta no había practicado Aerobomba hasta el hartazgo por nada; tejiendo a toda velocidad y con la mayor precisión que pudo, achicó y condensó el conjuro antes de desatarlo dentro de las filas enemigas justo en el momento en que se lanzaban al ataque contra ella.

Aunque su potencia se redujo a aproximadamente la mitad, Aerobomba hizo el daño suficiente como para enviar volando hacia todos lados un festín de sangre y vísceras. Los bandidos sobrevivientes cayeron lejos, rugiendo de agonía con una o dos extremidades perdidas. Incluso si mantenían sus piernas y brazos, no pudieron librarse de haber sido despojados de varios cachos de carne de proporciones enormes que los matarían tarde o temprano, indicándose con un solo vistazo que la segunda opción era la más probable en caso de que un mago curativo no estuviese cerca. Y tal era el caso de esos hombres y mujeres que no tuvieron la oportunidad de continuar la batalla, Eleonora rematándolos a todos con débiles pero rápidos conjuros.

Acabando con el último a través de una Aspa Aérea, la Maga Adepta tardó en reaccionar en cuanto un hechicero de su mismo rango mágico la atacó por detrás con un Láser Radiante que le atinó justo a su codo izquierdo, inutilizando su brazo al mismo tiempo que enviaba una oleada de dolor a través de todo su cuerpo. Se movió para contraatacar, conjurando una andanada de ondas de choques controladas al procesar con extrema velocidad que se encontraba rodeada. Pensó en usar Aerobomba, pero aquello tardaría un segundo más en manifestarse que podría significar la vida o la muerte, además de que los efectos secundarios de la magia la golpearían debido al poco espacio de maniobra que la obligaría a lanzarla demasiado cerca de sí para su gusto.

Las ondas de choque tuvieron un efecto similar a Aerobomba, moliendo órganos internos y enviando a volar lejos a los bandidos. Sin embargo, eran significativamente más débiles al ser conjuros elementales, funcionando con relativa efectividad sólo con los objetivos más cercanos. Los que estaban alejados, en cambio, pudieron esquivar a sus aliados caídos y lanzarse al ataque con sus respectivas armas y magias desde distintos ángulos, aunque predominando el frente.

Eleonora conjuró una barrera de aire justo a tiempo para bloquear una Oleada Gélida, pero su costado derecho recibió un tajo profundo en cuanto un Espadachín Sólido se abalanzó con su daga larga. La magia protectora flaqueó debido a la ligera pérdida de concentración por culpa del dolor, sintiendo el frío toque de la muerte cuando una Cuchilla Eléctrica rozó su cuello. El sudor que recorría su frente se amplificó cuando dos guerreros mágicos se lanzaron al ataque desde distintos flancos mientras una maga conjuraba algo desde el frente.

Justo cuando vio la espada de uno de los bandidos acercarse a su garganta, el piso de la taberna se movió como si estuviese hecho de arena en vez de la sólida madera, convirtiéndose en un muro reforzado por maná que bloqueó el ataque. Al mismo tiempo, desde el otro lado, el espadachín mágico que atacaría por la derecha recibió en toda la cara una Doncella de Arena que lo envió a un infierno de dolor que lo obligó a arrodillarse, momento en que su cabeza cayó cuando una cuchilla de madera fortalecida mágicamente entró al asalto como una guillotina.

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