Capítulo 49: Pérdidas (Parte 1)

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Beltran lanzó una «detección vital», un hechizo de nivel tres que permite ver las fuerzas vitales dentro de un diámetro de varios metros alrededor del mago. Notó que la de Mordim estaba hecha jirones y apagada, el Caballero Negro dejando de respirar.

—¿Está muerto? —preguntó Sarah, quien cojeaba por su pierna herida.

—Sí.

El Asesino de Grifos soltó un suspiro, sintiendo que se había quitado una carga. La muerte de Mordim significaba verdadera paz para su aldea y su gente.

—Que nadie se acerque al cadáver —advirtió—. Está contaminado con corrupción mágica. Que Saya los cure mientras yo me encargo de descontaminar.

Todos asintieron, dejando que Beltran se acercase al cadáver de Mordim. Preparó su mejor hechizo de descontaminación, yendo con paso seguro. Sin embargo, cuando estuvo delante de la cabeza del difunto Caballero Negro, se congeló en su lugar.

Humo estaba saliendo de sus fauces.

—¡Mierda! —Fue lo único que pudo gritar Beltran.

Llamas negras lo consumieron. Un fuego tan abrasador que quemó su túnica, piel y carne. Gritó de dolor, retrocediendo.

Todos se pusieron en guardia, notando cómo, cuando desaparecieron las llamas abisales, no había nadie. Sólo un pedazo de tela roja que caía al suelo, sus bordes quemados.

—Ja, ja... —Una risa áspera llenó el aire, los ojos de Mordim ya regenerados.

La corrupción mágica había hecho todo lo posible por mantenerlo vivo, llegando al punto de sacrificarse. Se vio consumida por el juicio final, liberándolo de esa tan temida peste. Su fuerza vital se apagó temporalmente y casi muere, sí, pero ahora estaba vivo. Vivo y con ganas de matar.

El cuerpo de Sarah tembló, viendo con los ojos bien abiertos el pedazo de tela roja en el suelo. Quiso decir algo, pero su boca no se abría. Sermya y Lhepas estaban conmocionados, incapaces de hacer algo. Saya, en cambio, estaba con la mente fría.

—Mueran, malditas alimañas —dijo Mordim, a punto de expulsar llamas abisales.

Sin embargo, con una fuerza vital tan destrozada al igual que su cuerpo, era presa fácil. Saya llegó hasta él en un santiamén, tocándolo mientras usaba toque vampírico. Aquello fue el último clavo en el ataúd, matando a Mordim definitivamente. Su cuerpo fue drenado, su fuerza vital apagándose para siempre.

Sin embargo, a pesar de la muerte del Caballero Negro, nadie festejó.

Sarah, Sermya y Lhepas se acercaron al pedazo de tela roja en el césped. La joven demonio fue la única en arrodillarse, agarrándolo.

—Está... él está... —Su voz se quebraba con cada palabra, las lágrimas derramándose.

Muerto. Beltran estaba muerto. El mentor de Sarah estaba muerto.

El protector de la aldea. El que había mejorado los hogares de todo. Aquel que les dio comida y aumentó las tazas de embarazos exitosos sin riesgo de muerte. El hombre que cuidó de todos. El demonio que le enseñó magia a Sarah, quien amó las maravillas mágicas gracias a él.

Y ahora estaba muerto.

Sin embargo, el destino era más cruel.

—¡Beltran, Sarah! ¡Alguien! —Unos gritos masculinos se oyeron a lo lejos.

—¿Jonathan? —La joven demonio levantó la vista, sus ojos vidriosos logrando ver al mercenario acercarse.

Al notar al grupo, Jonathan corrió más rápido hasta llegar a ellos. Y, cuando vio que Mordim estaba muerto, pero faltaba Beltran y que todos estaban tristes, supo que algo andaba mal.

No-MuertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora