Capítulo 106: Tenso (Parte 1)

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Los rayos de sol que traspasaron la ventana chocaron contra sus ojos, obligándola a cerrarlos por el dolor de tener que adaptarse a la luz. Escuchó las exclamaciones entremezcladas de sus compañeros, pero no les dio mucha importancia. No, era mejor decir que no podía.

Cuando sus ojos finalmente se adaptaron, se dio cuenta de que estaba sentada contra la puerta izquierda del carruaje. Sus compañeros de trabajo y a quien debía proteger la observaron con extremo preocupación, provocando que se estremeciera al recordarle todo lo que había pasado.

En el momento en que el espacio mental colapsó, Saya se sentía liberada. Aunque sólo había pasado una fracción de segundo antes de despertar, ese breve interludio había tenido el peso de días de reflexión, o al menos algo parecido. Sea lo que sea que había provocado ese instante, ahora todos los sentimientos que la abrumaron estaban mitigados.

El suave viento que entraba por la otra ventana del carruaje, los rayos del sol chocando contra su cara, el latido de su corazón, el aire que respiraba. Todo era mucho más vívido, recordándole que la maldición de no-sentimientos estaba roto.

Pensó que debería haber estado alegrada, que tendría que saltar en ese mismo momento del carruaje para apreciar mejor todo lo que se había perdido como una no-muerta. Pero la punzada que sentía en su pecho se superponía, el claro indicativo de que la culpa se había arraigado en su psique como una plaga que no hacía más que extenderse.

—¿Saya? —La voz preocupada de Eleonora finalmente se hizo paso entre sus emociones conflictivas—. ¿Estás bien?

Fue sólo en ese momento en que Saya... no, Morrigan levantó la mirada. Se encontró con las expresiones repletas de nerviosismo de Eleonora, Timandra y Kaeso. Su espada, Purga, estaba en un rincón. No podía ver a Vadirsón y Qashke, por lo que supuso que ambos estaban enfrente, manejando... o sólo uno.

—Y-Yo... —La voz de Morrigan salió como un susurro tembloroso, su rostro torciéndose en una mueca de arrepentimiento tan profundo que no parecía tener fin.

No podía. Simplemente no podía ver los rostros de cada uno de sus compañeros de viaje, incapaz de desapegarse de lo que había hecho como Saya la no-muerta. Viendo sus expresiones, Morrigan no hacía más que recordar cómo los había utilizado como simples herramientas, sin preocuparse de verdad y dispuesta a sacrificarlos en caso de que las cosas fueran demasiado mal en sus planes.

Sintió cómo un temblor recorría su cuerpo, desviando la mirada. Ya percibía la sensación ahora familiar de las lágrimas formándose, conteniéndolas con cada pizca de fuerza de voluntad que pudo. Y ni siquiera así impidió que sus ojos se volvieran cristalinos por el líquido traslúcido.

—N-Necesito tiempo a s-solas. —Fue lo único que dijo, saliendo del carruaje aún en movimiento.

Ignoró los gritos de sus compañeros y se adentró en el bosque. Corrió, sus piernas moviéndose solas y huyendo tanto física como metafóricamente. Tanto de sus compañeros como de su pasado aún vívido, tantas cosas de las que se arrepentía aflorando en su mente mientras recorría la zona.

Su blusa blanca, que no llevaba durante su enfrentamiento contra Túdyr y Qashke, se rasgó cuando las ramas y arbustos la rozaron. Manifestaciones inconscientes de un poder mayor y nuevo a lo que conocía surgieron, rompiendo árboles y abriendo paso a su camino. Pero no le importó.

Mientras corría, su cuerpo mucho más rápido sin magia, sintió que algo escapaba de su garganta. Un grito de frustración que resonó por más de un kilómetro, llevando tanto sus fuertes emociones como una oleada de maná que ahuyentó a todo ser vivo por igual a excepción de sus compañeros de viaje.

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