Capítulo 109: Fin y comienzo (Parte 2)

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Soltando un largo y extenuante suspiro de exasperación, Morrigan se derrumbó sobre su asiento, dejando caer, con pereza, a Purga sobre el piso. Sus hombros estaban bajos y sus manos se posaron sobre sus ojos, dándoles un suave masaje.

—Ah, ¿por qué no me tocó una vida más sencilla? —se preguntó con un murmullo—. En serio, eso tomó casi toda mi voluntad. ¿Cómo puede ser que el destino me depare tantos enemigos?

—¿No será porque los haces tú misma? —preguntó una voz burlona cuando se abrió la puerta del carruaje.

—O quizá es que porque soy un imán de problemas —suspiró Morrigan, mirando con cierta pereza cómo Qashke asomaba la cabeza dentro del vehículo—. De todos modos, será cansado a partir de hoy. ¿Qué haces aquí?

—¿Y qué más haría además de avisarte de que vengas a comer? —La Ambigüedad Druídica le mostró una sonrisa suave e irónica—. Puede que el hambre esté alterando tus nervios.

—Quizá, pero... —Morrigan hizo una mueca, volteando la mirada—. ¿Está bien? ¿Ellos no están... ya sabes...?

—Tardé bastante en convencerlos, pero no creo que haya más conflicto —aseguró Qashke con una sonrisa conciliadora—. Estaban más impactados por la mentira en sí que lo que ocultabas, gracias a los dioses.

Sí, «gracias a los dioses», pensó Morrigan con ironía, pero no expresó sus ideas y salió del carruaje tras un poco de vacilación.

Cuando la Hija de la Oscuridad salió y se acercó a donde estaba el campamento improvisado, se encontró con que todos estaban inquietos, sí, pero ya no existía todo ese caos emocional de hace tan sólo unos momentos. Parecían, más bien, avergonzados.

Sin embargo, Morrigan siguió sintiéndose parcialmente inquieta e incómoda, sentándose donde lo había hecho al principio. Aunque podía intuir que las cosas estaban más relajadas, tanto para el resto como para sí misma, la Hija de la Oscuridad aún estaba lidiando con sus propios conflictos internos que se mezclaron con los del exterior.

—Bueno, ¿quién tiene hambre? —Haciendo una aparición conveniente, Qashke se sentó cerca de la fogata.

Si Qaxión hubiera estado allí, se hubiera reído al notar la referencia involuntaria.

Como si fuera una tijera cortando un hilo extendido al límite, la tensión se rompió. Dejando atrás los conflictos emocionales, el hambre superó a todos y los unió con un objetivo en común. Incluso Morrigan, quien ahora podría no comer durante una semana sin problemas.

Con el poderoso olor del estofado recién sacado de un anillo dimensional, la Hija de la Oscuridad no pudo evitar el rugido de su estómago y el babeo casi físico ante la delicia. Aunque ruborizada por la vergüenza cuando todos la voltearon a ver, cedió al hambre y recibió un plato lleno como si fuese una persona varada durante días en el desierto que obtiene agua.

Esto está delicioso, pensó con una sonrisa de satisfacción cuando la comida recorrió su garganta y se posicionó en su estómago. Ahora que la maldición de no-sentimientos se rompió, todos mis sentidos liberaron todo su potencial. ¡Esto es espléndido!

Saboreando el estofado, se permitió un momento para disfrutar y despejar su mente de todos los problemas emocionales que pesaban sobre ella. Por un tiempo, logró estar libre de su pasado con tal de saborear el presente, nunca mejor dicho.

Dos platos después, el ambiente dentro del grupo volvió a la normalidad.

—Bien, bien —dijo Kaeso, levantándose con un movimiento lento—, para festejar que todos volvimos a unirnos como grupo, les tengo preparados una sorpresa.

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