Capítulo 28: Mi dulce niña (Parte 2)

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«Corazón Férreo». Gallerión lo había mencionado durante su único y aterrador encuentro, en sus propias palabras: «...el Corazón Férreo les tiene aprecio». Harry había pensado por un momento que el miembro de ARK (sea lo que sea dicha organización) los había sacado de Eighmouth. Sin embargo, tras acordarse del sujeto en cuestión, también recordó al misterioso personaje que sólo conocía por su apodo.

Según Gallerión, ese tipo nos tiene «aprecio», aunque no sé con exactitud a qué se refería, pensó. No es la fuente más confiable, pero no encuentro una respuesta más lógica a nuestro raro secuestro-escape de Eighmouth. Debería investigar más sobre ese tal Corazón Férreo.

Su ansia por averiguar se hizo más intensa tras pasar un día en la Ciudad de Noreya, el lugar que habían visto en la lejanía tras ser sacados de Eighmouth. El núcleo poblacional estaba agitado de punta a punta luego de una impactante noticia.

—«La Ciudad de Eighmouth fue borrada del mapa» —leyó Jonathan en un periódico. Sus ojos estaban abiertos como platos y su voz era temblorosa. Estaba estupefacto.

¿Cómo era posible? ¿Cómo una ciudad tan vasta y protegida podría ser exterminada de un día para otro? No hubo un ejército arrasándola. No hubo siquiera informes de un grupo que estuviese mínimamente en la escala de poder necesaria para tal hazaña cerca del lugar. Era imposible, a menos que por obra del destino un dios desconocido hubiese destruido todo en un parpadeo.

Harry observó en silencio el periódico. Esto tuvo que ser obra del Corazón Férreo, pensó. No era una duda, era una afirmación. Si tal persona hubiese disuadido a Gallerión, un maldito archimago, de matarlos a él y a Saya en el acto, tenía que ser una amenaza de poder superior a un archimago promedio. Sí, tenía que ser esa desconocida fuerza que estaba a su favor por alguna razón. No había otra explicación razonable.

Pero, ¿por qué? ¿Por qué lo ayudaría? ¿Por qué borraría a toda una ciudad de golpe? Eso también significaba matar a Los Imperiales y vidas inocentes. Era algo que no tenía sentido. Por ello, Harry debía buscarle uno.

—Tengo que ir a una biblioteca de inmediato... —murmuró en cuanto estuvo solo, dispuesto a salir de la posada donde estaba en búsqueda de respuestas.

Pero algo lo detuvo. Una voz, una amalgama de sombras que cobró vida. La oscuridad se deformó de tal forma, volviéndose tridimensional, para parecerse a una persona que conocía. Una cucaracha humanoide con una túnica, con dos ojos blancos. Para haberse creado a partir de la negrura de la habitación, la forma mental de Dylot el Dios del Origen y el Fin era bastante realista.

—Las respuestas tienen que esperar —dijo con un tono amenazante.

—¿Por qué? —Se alzó Harry con mirada asesina—. ¿Por qué quieres mantenerme en las sombras? ¿Qué ganas haciéndolo? ¿Y quién es el Corazón Férreo? ¿Por qué nos está ayudando y por qué arrasó con toda una ciudad?

—Arriésgate y perderás, no-muerto —dijo Dylot—. Intenta ir contra tu jefe y verás las consecuencias. Eres mi seudohijo y yo tu seudopadre, por así decirlo, pero no compartimos lazos sanguíneos ni ninguna relación profunda. Amo-sirviente, nada más. ¿Y sabes qué ocurre cuando un sirviente se le revela a su amo?

—Bien, entiendo esa parte —respondió Harry, resignándose y levantando las manos en señal de derrota—. Pero al menos dime porqué me ocultas quién es el Corazón Férreo. Si es un aliado tan poderoso, ¿por qué no me dejas relacionarme abiertamente con él? ¿Qué sentido tiene todo este misterio?

—No tengo pleno control sobre él —respondió Dylot con un suspiro amargo—. Puede rebelarse bastante más de lo que desearía. No quiere estar codo a codo contigo y con Saya. Le repugna la mera idea. Tampoco quiero que un rebelde pueda contaminar con sus pensamientos a un sirviente leal. ¿Ahora estás contento?

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