Capítulo 88: Recordar y avanzar

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«Eres un inútil», le decía una y otra vez. «¿Por no haces algo bien por una maldita vez, imbécil? ¡A pesar de tu edad, te sigues comportando como un bastardo infantil!»

Lo odiaba. Esa ira no hacía más que crecer con los años, convirtiéndose en un fuego abrasador dentro de lo más profundo de su psique. Un resentimiento que marcaba su ser.

Sin embargo, por más que le doliese admitirlo... lo quería. En lo más profundo de su alma, luchando con fiereza contra ese odio, estaba el amor que siente un hijo hacia su padre. Por mucho que lo aborreciese, Lhepas aún guardaba sentimientos de cariño hacia Ozrad.

¿Qué habrá pensado en sus últimos momentos?, se preguntó el joven demonio, sentado sobre un tronco tirado dentro del bosque Drastyn.

Durante todos esos meses, Lhepas no había pensado sobre Ozrad. Tantas cosas estresantes que lo rodeaban lo tenían ocupado, por lo que hasta hace poco se acordó de su progenitor y su muerte al ser destruida su aldea natal.

Junto con ello, sintió un profundo sentimiento de vergüenza y tristeza. Por mucho que lo odiase, seguía siendo su padre; ¿cómo era posible que se olvidase de él? ¿Tan poco le importaba en realidad? En todos esos meses, hubo pequeños momentos donde su existencia nunca pasó por su mente.

Ni siquiera le deseé una mejor vida al reencarnar, pensó Lhepas con abatimiento. Una costumbre tan arraigada en la cultura demoníaca y ni eso... Durante esos últimos momentos, cuando estaba vivo, ¿habrá pensado en mí? Quizá sí, recordándome como el inútil que soy.

Apretó su lanza, Relámpago, con fuerza. Sintió sus ojos húmedos, las lágrimas siendo retenidas a toda costa.

¿Pude haber hecho algo para evitarlo?, se preguntó Lhepas. Tal vez, si hubiese tratado de hablar más con él, al menos pude haber arreglado nuestra relación. Quizá pudimos reírnos juntos del pasado y pasar tiempo como padre-hijo.... Pero ahora... él...

Las lágrimas cayeron sobre su arma, resbalando hasta humedecer el césped.

*

Por un momento, estaba feliz. Realmente contenta, con una alegría gigantesca en su interior.

Después de un tortuoso viaje lleno de dolor psicológico y físico, habían llegado a una bella ciudad. Tárol era la oportunidad de reconstruir sus vidas en tranquilidad y procesar con completa paz el presente y planear un hermoso futuro.

Qué tonta, suspiró Sermya.

Armada con sus dagas, Sabuesos, miró los múltiples cadáveres de álobros (bestias mágicas con forma de caballo negros que expulsan una niebla púrpura paralizante que controlan a voluntad) desparramados por la carretera. Sin embargo, su mente no paraba de pensar en sus estúpidos ideales alejados de la cruda realidad.

Creí como una idiota que todo sería mejor sin pensar en que la vida no es cuento de bardo donde todo sale bien, su ceño se frunció en una mezcla de vergüenza y furia hacia la situación. Olvidé algo tan básico e idealicé todo.

Guardó a Sabuesos dentro su anillo dimensional junto a los cadáveres, suspirando.

—Ahora sólo queda avanzar —dijo con una profunda tristeza.

Fin del arco 3: «Búsqueda de poder»

***

Ha sido un arco bastante largo (36 capítulos), el más extenso que escribí hasta el momento. Es significativamente mayor al original, casi llegando al doble.

Este capítulo, al igual que el 29 y 51, se le puede tomar como un epílogo. Lhepas y Sermya son personajes bastante olvidados, por lo que les di un poco más de profundidad esta vez. Creo que lo hice bien al mostrar el amor típico entre padre-hijo de Lhepas y la desilusión desastrosa de Sermya, a quien sólo le queda continuar con su vida.

Este arco me gustó bastante, ya que introduce multitud de conceptos y personajes que servirán a futuro en muchos sentidos, además de desarrollar a algunos personajes importantes.

Que tengan buen día, tarde o noche.

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