Tímetis era gentil y amable. Amaba a los monstruos como sus propios hijos, doliéndole saber que eran usados como nada más que objetivos de práctica. Sin embargo, tenía un fuerte sentido del deber y hacía lo que fuera necesario.
Durante la Gran Guerra, Tímetis luchó valientemente contra el Ejército de los Cien Mundos. Sin embargo, terminó siendo derrotado por Zakrón, quien corrompió su alma. Incapaces de matarlo debido al fuerte vínculo que tenían con su seudofamilia, Vandhor y Zyldir lo encerraron bajo tierra por si algún día encontraban una forma de ayudarlo.
Los hecatónquiros, también hijos de Tímetis, se veían parecidos a su padre. Durante la guerra, lucharon con uñas y dientes contras las fuerzas de Zakrón, siendo masacrados y llevados a la extinción.
Pobre tipo, pensó Túdyr tras recordar aquella historia.
Estaba parado delante de una de las paredes de su casa, el edificio más grande la comunidad y donde se celebra la mayoría de fiestas importantes, al menos en la primera etapa. Frente a él, estaba un enorme cuadro que mostraba a Tímetis y algunos de sus hijos junto a una frase célebre.
«Sin importar la raza, todos somos iguales», ¿eh?, leyó Túdyr. Kinia no te merecía, Gran Padre. Fuiste demasiado bueno para tu propio bien.
—Siempre fascinado con ese cuadro, ¿no? —dijo un ogro que se puso a su lado, bastante más alto que él y con el torso descubierto. Yarg, su padre.
—Representa mis ideales y mucho más —explicó Túdyr, aunque no hacía falta—; es común que lo admire, ¿sabes?
—«Ideales»... —repitió Yarg con tono cansado y un suspiro—. ¿Cuándo dejarás esa idea infantil?
—Infantil, ¿dices? —replicó Túdyr, su voz expresando algo de hostilidad—. Ustedes no son más que salvajes, al menos en su mayoría. Mírate, tienes el pecho descubierto todo el tiempo como un bárbaro. Festejando la muerte lenta y horrible de otras personas. Al menos mamá intenta entenderme, pero tú no haces más que negarlo.
—Lo intenté más veces de lo que puedo recordar —suspiró Yarg—. Soy incapaz de comprenderte, hijo, y lo sabes bien. Es por eso que te dejo tanta libertad de elección, pero no siempre será así. No cuando te conviertas en jefe.
—«Jefe»... —repitió Túdyr con una mirada profunda—. Ese cargo me queda demasiado grande. Por muy poderoso que sea, no creo ser capaz de dirigir nuestra comunidad. Pero lo intentaré, papá. Juro que, algún día, seré un líder digno.
—¡Esa es la actitud! —carcajeó Yarg, palmeando la espalda de su hijo—. Ahora vayamos con los demás. Ya están por sacar a los sacrificios.
Túdyr siguió a su padre afuera de la casa. Sintió con un indescriptible pesar sobre él mientras iban hacia la plaza central, la cual estaba cerca. Viendo cómo Sarah y Jonathan eran llevados por otros ogros sólo aumentó ese sentimiento.
Perdón, lamentó Túdyr. Juro que esto no es lo que quiero y algo de lo que no tengo control. Si dejaba escapar a alguno, sólo serían perseguidos con más ferocidad y los torturarían peor. Les deseo lo mejor en la otra vida.
Cuando sus ojos se encontraron con los de Sarah, recibió una mirada llena de odio y rencor. Fue como una apuñalada en el corazón, sintiendo que perdía las ganas de presenciar tal atroz acto. Pero no podía dar marcha atrás. No cuando iba a ser anunciado como nuevo jefe de la comunidad. Y menos en los siguientes Días de la Consciencia.
Se paró sobre una plataforma de madera junto a su padre. Había una multitud de ogros delante, toda la comunidad estaba reunida. En el lado derecho, dos troncos con leña debajo estaban colocados. Sarah y Jonathan estaban siendo llevados a los mismos, donde fueron atados.
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No-Muerto
FantasyLa búsqueda de la verdad, de sí mismo, es lo que lo impulsa en primer lugar. Sin embargo, más personas entran en su vida y lo llevan a un propósito mayor; pero, para llegar a obtenerlo, tendrá que recorrer un camino lleno de sangre.