CAPÍTULO 21

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⟨⟨ —En serio, ¿te la vas a pasar buscando todo el día? —preguntó Aurora, molesta, mientras veía como Twila iba y venía por todos los rincones de la biblioteca, buscando en cada libro que tenía, algo de información sobre el artefacto del que se había obsesionado la última semana, después de que se enterara de que unos exploradores estadounidenses también estaban tras su búsqueda.

—¡Por supuesto que sí! No dejaré que esos estadounidenses la encuentren antes que yo y luego se lo vendan a algún político con grandes aires de superioridad y con la tuerca zafada, para que la use para... ¿quién sabe qué?

Aurora suspiró, cansada.

—Hoy es viernes, Twila. Hoy es nuestra noche de películas, ¿lo recuerdas? ¿No puedes buscar esa información otro día?

Twila, quien ahora estaba en una escalera para llegar a las repisas superiores, suspiró, cansada.

—Lo siento, Aurora —dijo mientras metía un libro en la librera y sacaba otro para echarle un vistazo—. Prometo que te lo compensaré más adelante. Además, puedes invitar a Zip.

—¡¿Estás demente?! —gritó Aurora haciendo varios aspavientos—. Comenzará a contar alguna de sus historias de desamor. Quiero dormir este mes, así que no gracias.

Twila comenzó a carcajearse.

—¿Recuerdas la historia de la novia que se escapó después de la cena?

Ahora ambas reían como si el mundo no tuviera fin.

—Lo recuerdo. A veces llego a compadecerlo. ¿Quieres que te ayude? —preguntó para cambiar de tema y no terminar de traer a la vida las desgracias de Zip.

Aurora siempre trataba de estar el mayor tiempo posible con ella.

Twila, al igual que su padre, siempre tendían a salir a sus expediciones, las cuales, a veces duraban uno o dos meses. Aunque en la mayoría de ocasiones, cada quien salía a su propia expedición.

Y la única compañía que le quedaba eran su madre, Evan, Zip (ocasionalmente) y Sofía (la cocinera). Pero le agradaba la compañía de Twila, y aunque algunas personas decían que ellas no eran muy unidas porque apenas se las miraba juntas, lo cierto era que eran demasiado unidas.

Los viernes era el día que ella misma había bautizado como "día de hermanas". Y Twila tendía a respetar completamente ese día. Siempre hacían lo que Twila siempre odiaba hacer, ¿y qué era lo que Twila odiaba hacer? Pues, maquillarse, arreglarse el cabello, ir de compras, etc., etc. Pero Twila siempre trataba la manera de sobrellevarlo lo mejor posible.

Lo que Aurora no sabía era que a Twila todo ese ritual que muchas mujeres adquirían desde muy temprana edad. Toda esa minuciosidad que empezaba desde qué ropa usar hasta cómo peinarse el cabello, le resultaban de lo más aburrido. Y no era que nunca lo hiciera. Sino era más porque rara vez necesitaba arreglarse al extremo. Le encantaba estar cómoda. Y toda esa pantomima le resultaba demasiado agotadora.

—Te mentiría si dijera que no la necesito —respondió Twila.

Aurora sonrió, satisfecha, y se adentró en la biblioteca para comenzar a buscar cualquier cosa que a Twila le pudiera servir. Aunque para ser honesta, no tenía ni idea de lo que estaba buscando.

Pasaron alrededor de dos horas, cuando Aurora abrió un libro y de ese cayó lo que parecía ser un mapa.

—Oye, Twila, ¿qué lugar es este? —preguntó Aurora llamando la atención de Twila, que aún seguía buscando en las repisas superiores.

Secretos de un ShaneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora