CAPÍTULO 25

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—No te preocupes, Miranda. Twila ya se encuentra activando el portal, y Zip ya está esperándola. Muy pronto estarán aquí —le mencionó la Gran Madre a Miranda.

Ambas se encontraban sentadas en uno de los sillones del hall de la Mansión Croft, disfrutando de una taza de té que Sofía les llevó con anterioridad.

La Gran Madre era una Esmeralda, por tanto, era capaz de ver el pasado y el futuro, pero tenía otra particularidad. Y era que su madre no fue una Esmeralda, sino una Rubí, pero al ser su padre más fuerte que su madre, nació siendo una Esmeralda.

Las Rubí eran clarividentes, así que su visión les permitía ver, mentalmente, las cosas que pasaban a la lejanía. Así que la Gran Madre era capaz de ver lo que estaba sucediendo en Bajoterra, aun cuando no se encontraba ni cerca de ahí. Su conocimiento era enorme y conocía un sin fin de remedios y tratamientos médicos que la hicieron reconocida y aceptada dentro del reino de los Cuarzo Rosa. Era por esa razón que ellos la llamaban "Gran Madre".

—Me alegra tanto escuchar eso, Gran Madre. No he visto a Twila en dos meses —respondió Miranda. Luego vio con una mirada molesta a su esposo, quien estaba entrando al hall—. Aunque hay alguien que no está tan contento con la llegada de los invitados de Twila.

Richard Croft se detuvo de golpe y levantó las manos a modo de rendición.

—¿Qué hice? —preguntó.

La Gran Madre rio al ver la escena.

Richard Croft no entendió qué pasó. Acababa de llegar del Museo Británico, y de tener que soportar otra tediosa charla con Hamilton. El muy sádico volvió a sacar a flote el tema de la inexistente boda de Twila y su hijo, y él tuvo que volver a mandarlo al diablo con su característica cortesía.

—Olvídalo. Mejor dime, ¿cómo te fue con Hamilton?

—En dos días partiré a la India. Solo espero que Twila llegue pronto.

—Ya está en camino —interrumpió la Gran Madre. Nadie cuestionaba su palabra. Si ella decía que algo iba a suceder, entonces sucedía.

—Bien. —Se limitó a decir Richard Croft, y luego subió las escaleras.

Miranda negó, cansada.

—Estos días ha estado imposible.

La Gran Madre rio ante el comentario de Miranda. Aun con la gran diferencia de edad que existía entre las dos, ambas se llevaban bien, incluso cuando no se habían visto en un largo tiempo.

—Mejor cambio de tema —dijo Miranda. No quería terminar alargando la plática con sus quejas sobre el comportamiento volátil de su esposo en los últimos días—. No tenía idea de que usted necesita hablar con Eli —dijo, recordando la conversación que tuvieron hacía tres días.

—En cuanto preví que Eli estaría aquí decidí venir lo antes posible. Además, en aquel lugar ya no me necesitan. Y lo que tengo que tratar con él es muy importante. A decir verdad, es un tema que ya he tratado con él, pero necesito concluirlo. Ya sabes cómo son las reglas. No puedo revelar nada que conlleve a un cambio brusco en el curso de los acontecimientos.

—Ya veo. ¿Puedo saber de qué se trata?

La Gran Madre negó.

Miranda sintió un pequeño y extraño vacío en su estómago. Esa sensación la sentía cuando tenía ganas de decir o preguntar algo, pero no sabía cómo.

—Gran Madre, ¿eso tan importante que... que necesita tratar con Eli está... relacionada con... Twila?

La Gran Madre pudo ver la preocupación de Miranda, pero por más que quisiera evadir la pregunta, eso solo la confirmaría.

Secretos de un ShaneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora