CAPÍTULO 106

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-¿Que quieres que haga qué? -preguntó Twila, indignada.

Eli rodó los ojos mientras cargaba su babosa jabonosa.

-Ya lo dijiste, debemos darnos prisa, y esperar a que escales la ladera no es la mejor forma de aprovechar el tiempo.

Twila refunfuñó acerca de que no iría flotando como globo hasta la cima de la ladera. Y tras un reto de miradas entre los dos, terminó diciendo:

-¡Bien!

Eli sonrió triunfante.

-Entonces andando -le dijo. Apuntó hacia arriba y le extendió la mano a su enfadada hermana.

Twila desvío la mirada dignamente, caminó hacia Eli y se posicionó en su espalda para rodearle el torso.

-Si me caigo, te juro que no te la vas a acabar -le advirtió.

Eli rodó los ojos, los demás se rieron y Twila arrugó el entrecejo. La banda lanzó a sus babosas, se sujetaron a ellas y comenzaron el ascenso.

A cada metro Eli sentía que la presión de los brazos de Twila iba en aumento.

-¿Cómoda? -le preguntó.

-Tal vez lo estaría si tuvieras más carne de donde sujetarse -le dijo Twila mientras intentaba mantenerse sujeta a lo que le pareció un delgado poste.

Ahora fue Eli quién arrugó el entrecejo mientras sentía sus costillas siendo aplastadas bajo los brazos de Twila.

«Tal vez debí dejarte escalar», se dijo.

Cuando llegaron a la cima Twila se soltó de Eli y cayó a tierra. Las babosas se destransformaron y la banda también aterrizó.

El ambiente selvático en el que se encontraron fue muy similar al de Bolivia. La única diferencia que percibieron fue que no había tanta humedad y el calor era mayor.

-Hay que caminar, chicos -les dijo Twila.

Iniciaron el rumbo desde los acantilados de la costa hacia el interior de la jungla, tres kilómetros de paraje selvático hostil que los obligó a tener cuidado hasta de las arañas con las que se topaban.

-No creo que logre entender jamás por qué te encantan estos lugares -le dijo Eli a Twila mientras se sacudía una araña del brazo.

-Y yo no sé cómo le haré para saber por qué te quejas casi siempre de lo que hago -gruñó Twila.

Eli rodó los ojos y siguió avanzando.

Avanzaron un kilómetro más hasta que vislumbraron el amplio y llano valle en el que se erigía un gigantesco templo de piedra que tenía como guardián una estatua gigantesca de un buda. La vegetación había hecho lo suyo trepándose en las paredes y malgastando la piedra, pero eso no quitaba que ofreciera una vista espectacular e intimidante

-Wow -dijo la banda.

-Hermosa -dijo Twila.

-Lo siento ruinas de Bolivia, pero parece que hermanita Croft ha encontrado un nuevo amor -dijo Zip desde el comunicador.

-Cierra la boca, Zip -lo regañó Twila.

-¡Ya oíste, niño! -gritó el profesor.

-¡Niño! -reclamó Zip.

-Ya basta los dos -los regañó Twila.

-¿Y ahora qué? -preguntó Eli.

-Hay que llegar a la habitación sagrada. Si hay algo escondido en este lugar ahí será un buen lugar para empezar.

Secretos de un ShaneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora