ESPECIAL pt. 2

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Las piernas le flaqueron y cayó rendida en el suelo. No sabía cuánto había corrido y se sentía exhausta.

Siguió llorando desconsolada mientras entendía lenta y dolorosamente por qué su madre no soportó ni mirarla. Por qué la miraba con asco. Por qué la miraba como si fuera un monstruo.

¿Por qué no hacerlo cuando al verla seguramente recordaba la repulsiva obsesión de ese desgraciado hacia ella?

¿Por qué no odiarla?

Sintió un considerable peso cernirse sobre ella y rodearla con sus grandes brazos. Supo de quién de trataba y luchó contra Will para poder soltarse. No lo quería cerca. Quería que la soltara. ¿Que no entendía que no lo quería?

Sin embargo, Will no la soltó, la abrazó y la mantuvo junto a su pecho mientras ella buscaba, desesperada, librarse de su contacto.

Quiso llorar él también al saber que Twila ahora lo odiaba incluso más, pero no estaba dispuesto a soltarla en ese momento. No cuando estaba tan vulnerable. No cuando lo necesitaba aunque ella no quisiera reconocerlo.

—Suelteme —escuchó que le dijo la voz ronca de Twila.

—No —respondió él firme—. No voy a dejar que te hagas esto.

Twila le clavó las uñas en el pecho y empujó con fuerza para retirarlo. Pero estaba exhausta y por más que lo intentara no consiguió que la soltara. Le gritó frustrada:

—¡¿Por qué no me deja tranquila?!

Will tragó despacio. Sentía las uñas de Twila clavadas en su piel. Su furia lo hería grandemente y una parte de él tenía miedo de que realmente nunca pudiera arreglar las cosas con ella.

De que realmente hubiera perdido a su hija

—¿Por qué no me deja tranquila? —repitió ella desgarrada—. ¿No entiende que no lo conozco? No es mi padre. No para mí. ¿Entonces por qué no me deja tranquila? ¿No cree que ya es suficiente el daño que ya me hizo?

Las palabras de Twila lo desgarraban más que una daga, y lo peor era saber que tenía todas las razones para sentirse de esa manera.

La amaba, pero a cada segundo la horrorosa sensación de que la había perdido se volvía más real y eso lo aterró.

Y aun así no estaba dispuesto a abandonarla otra vez. Aunque lo odiara. Aunque lo echara de su lado una y otra vez.

—No puedo hacerlo —le respondió con sinceridad—. No voy a dejarte.

Su voz sonó serena aunque la situación llevaba su corazón al límite. No solo con el rechazo de Twila sino también por haberse enterado de que su tío lo había utilizado como banco de esperma del que dispuso sin remordimiento.

—Lo que hice… —tragó despacio—, no estuvo bien. Para nada. Dejé que Gimo me manipulara. Dejé… que me usara. Dejé que te hiciera daño —la abrazó con más fuerza—. Puedo volver a pedirte perdón pero soy consciente de que jamás podré reparar lo que hice o compensarte por algo. Pero no voy a permitir que dejes que las palabras de Gimo te sigan lastimando como él antes conseguía lastimarnos a mí y a Eli. Eso no. Eso no lo voy a consentir. —Su voz se endureció—. Llora de rabia si quieres. Ódiame el resto de tu vida. Eso te lo permito.

La tomó del mentón y la hizo mirarlo a los ojos. Ahora que al fin la tenía tan cerca pudo ver con total claridad lo diferente que eran sus ojos a los de Eli. Lo diferente que ambos eran y que aún así ambos habían llegado a quererse.

—Pero no quiero, y esto escúchalo muy bien, no quiero que las palabras de Gimo cambien a la Twila que conocí. A la fuerte, decidida e independiente. La que mira el mundo hacia abajo y la que lo maneja como se le da la gana —le sonrió con dulzura y le suplicó—: si dejas que él te quite eso. Si permites que él te haga odiarte a ti misma, entonces… todo lo que has luchado por ser todos estos años será en vano. Si las palabras de un… loco te hacen rendirte, eso será algo que no te voy a perdonar.

Secretos de un ShaneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora