CAPÍTULO 71

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«Aquellos ojos.

—Sabes lo que tienes que hacer —le sonrió—. Mi tonta cabezota.

Fue lo que le dijo».

(…)

Despertó.

La inconsciencia tendría que haber sido lo suficientemente fuerte como para que no pudiera recordar nada o saber siquiera lo que había sucedido. Pero resultó que el dolor que le atravesaba de lado a lado por todo el cuerpo le era demasiado conocido.

Demasiado familiar.

—Tranquilos, ya despierta.

Las punzadas no remitían. Eran como martillos que le aplastaban la cabeza, como clavos que se le hundían en las sienes. Un líquido caliente le subió por la garganta y lo escupió en un intento de poder respirar. Las imágenes eran borrosas. Le costó ubicarse, pero distinguió a Dakota y a su madre junto a ella. Por detrás, Aurora y Zip observaban asustados la escena. No se veía ni a Evan o a su padre cerca.

—¿Esto es normal? —oyó que decía Aurora. Parecía muy preocupada.

No lo entendía.

Aurora estaba molesta con ella.

—Hasta cierto punto sí. Debió asaltarle con la guardia bajada. Podría haber muerto, pero por suerte ha vomitado la sangre que estaba haciendo presión en...

—¿Podría haber muerto? —cortó Zip, mirando a Dakota horrorizado. Ella sonrió.

—Estas cosas son así, Zip. Su enfermedad es algo que se paga con la mente y con el cuerpo. No te preocupes. Está muy familiarizada con ella.

—Dakota, deja de asustarlo —gorgoteó ella, tratando de incorporarse. Dos pares de manos se apoyaron en su pecho y la forzaron a acostarse.

—¡Estáte quieta! —chilló Dakota—. Y ahora, ¡todos fuera! ¡Esto no es un espectáculo!

Aquello significaba que tanto Zip como Aurora debían abandonar la habitación, pero tras la salida de Zip, su madre y Dakota abandonaron también la habitación, dejando a Aurora, quien se había rehusado rotundamente a salir.

—Nos diste un susto de muerte —comentó ella, pasándole un pañuelo por la boca. Observó como la tela se enrojecía.

—No me esperaba esto —comentó Twila. Se sentía sin fuerzas—. Lo siento, debo de haber dado un lamentable espectáculo.

—No te preocupes. Susan y Sofía alcanzaron a ver, pero les he dicho que eres epiléptica y ya está —Al ver la mirada resentida de Twila, se echó a reír—. ¡Vamos! ¿Qué otra cosa esperabas que dijera?

—No, es cierto. Muy inteligente por tu parte. —Se incorporó a duras penas y reclinó los hombros en la almohada que Aurora le recolocaba. La miró fijamente—  Creí que estabas molesta...

—¿Por qué jamás me dijiste que estás enferma? —cortó Aurora.

Aunque la pregunta era exigente la voz de Aurora le suplicaba una explicación.

Twila cerró los ojos. La luz del día la estaba matando.

—Aurora, por favor, no voy a soportar otro de tus interrogatorios. —Una fina película de sudor todavía cubría su piel, pero al tomarle la temperatura, ésta había descendido a niveles normales—. ¿Dónde está papá? —soltó el aire—. No creo que esté contento. Le prometí que esto no me iba a volver a pasar. Y volvió peor.

Pudo sentir el peso de Aurora ocupar la cama.

—Dakota habló con él. Realmente no sé qué le dijo, pero después papá empacó algunas cosas y... se fue... a Nepal.

Secretos de un ShaneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora