CAPÍTULO 118

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Entró en su habitación, cerró la puerta y se inclinó contra ella. Respiró hondo y cerró los ojos.

Se sentía realmente triste.

Recordó el rostro de Eli al verla irse.

No se despidió. Ni miró atrás.

—Eres una estúpida —se dijo.

Aries llegó a recibirla. Se restregó contra su pierna.

Twila abrió los ojos, lo miró, y una pequeña sonrisa se formó en su rostro. Sin embargo, Aries notó que su dueña no estaba bien, porque su sonrisa atentaba con deformarse en una mueca repleta de dolor. Hacía mucho que no veía a Twila de aquella manera. Solo tal vez aquella vez en la que se debatió en si matar a Aurora o irse de la mansión.

El bakeneko creció de tamaño hasta emparejarse a un oso, y se restregó de nuevo contra su dueña, ronroneando y lamiendo su rostro para demostrarle el afecto a la persona a la que le era fiel desde que era solo un bebé.

Twila agradeció el mimo de Aries.

—Gracias, Aries.

El bakeneko, ya satisfecho y contento, volvió a su tamaño normal, corrió y subió a la cama.

Twila lo siguió, intrigada en cuento lo vio rebuscar debajo de su almohada.

¿Qué estaría buscando?

—¿Ahora qué escondiste...?

Quiso regañarlo, pero en cuanto lo vio arrastrar un gran cuaderno cubierto de cuero, se quedó muda.

—¿Qué es eso? —le preguntó.

Aries se hizo a un lado para que ella lo tomara.

Twila sostuvo el cuaderno, que tenía el mismo tamaño que un portafolio. Retiró las cuerdas de elástico que lo mantenían cerrado, y lo abrió para ojear el interior.

Pegado a la tapa vio una hilera de crayones resguardados cuidadosamente. Pero al ver la primera hoja, sus ojos se agrandaron a más no poder. En ella estaba pegado el dibujo de ella bebé.

El dibujo que Will Shane había hecho de ella.

Su respiración se entrecortó y las manos le temblaron.

¿Quién había puesto eso ahí?

Tembló cuando acercó la mano y despegó el dibujo.

Su sorpresa no acabó al descubrir que debajo del dibujo había una carta.

Era la letra de Eli sin duda. Muy pocas veces vio una caligrafía tan mala.

Leyó lo escrito en la carta:

"No me dijiste nunca cuando era tu cumpleaños. Pero no quería irme sin darte uno.

¿Sabes? Cuando era pequeño me imaginaba lo que sería tener un hermano menor. Me imaginaba cómo sería cuidarlo y jugar con él.

Miraba a mis compañeros en la escuela. Muchos tenían hermanos mayores o menores. Todos también tenían amigos, pero me daba cuenta de que la compañía de un amigo no era igual a la compañía de un hermano.

En ese entonces me costaba demasiado hacer amigos, mi única compañia casi siempre fue Burpy. Luego miraba a los demás niños y me daba cuenta de que cuando los amigos se peleaban entre sí y se enemistaban, siempre les quedaba la compañía y la camaradería de sus hermanos o hermanas. Y eso mismo pasaba cuando tenían problemas en sus hogares. No importaba qué pasara entre sus padres, los hermanos siempre se tenían el uno al otro.

Secretos de un ShaneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora